Su poesía recibió la influencia directa de los escritores de la generación beat en la década del 60
Elmo Valencia, el ‘monje loco’ del nadaísmo
Pasto.-
Si hay algo que caracteriza al Nadaísmo (movimiento que revolucionó la poesía colombiana, a finales de la década del 50) es la irreverencia y el humor agudo; dos elementos que, desde luego, persisten en el poeta Elmo Valencia (Cali, 1926), uno de sus fundadores.
A sus 88 años lleva un atuendo impecable, gafas negras (que contrastan con su cabello blanco y su piel morena) y la luminosidad de una sonrisa que, casi siempre -y ante la familiaridad de quienes lo conocen-, deviene en carcajada.
Desde la casa del poeta Zabier Hernández, organizador del Festival Internacional de Poesía Desde el Sur, realizado hace poco en Pasto, y con una vista directa al volcán Galeras, Elmo sujeta una de sus tantas publicaciones: Bodas sin Oro. Cincuenta años del nadaísmo (Taller de Edición-Rocca, 2010); mientras empuña una copa de coñac y cuenta, con total desparpajo, un sinnúmero de anécdotas en las que desfilan personajes tan diversos como Nicanor Parra, Mario Vargas Llosa, Gary Snyder o Allen Ginsberg.
Elmo -más conocido como ‘monje loco’ por sus búsquedas zen durante su juventud- vive en Bogotá, por lo que aprovechó su corta estancia en Nariño para ofrecer un conversatorio acerca del Nadaísmo, el movimiento que, por otro lado, influyó en varios grupos literarios emergentes en América Latina, incluyendo los tzántzicos, en Ecuador.
¿De qué hablamos cuando hablamos de Nadaísmo?
El término Nadaísmo fue usado por primera vez por el poeta Gonzalo Arango, en su Primer manifiesto nadaísta, publicado en Medellín, en 1958. Con este nombre, otros poetas vanguardistas como Jotamario Arbeláez, Jaime Jaramillo Escobar (X-504), Mario Rivero, Eduardo Escobar o el mismo Elmo Valencia, no tardaron en darse fama de incendiarios, gracias a sus textos ácidos y a sus innumerables actos performáticos en los que, con frecuencia, despotricaban contra la Iglesia católica o prendían fuego a las obras ‘intocables’ de la literatura universal.
“Decidimos llamarnos nadaístas porque consideramos que la nada es el principio del todo. ¿De dónde sale el todo? De la nada. Muchos nos han emparentado con el existencialismo, del cual Sartre fue el precursor, pero lo cierto es que lo nuestro iba por otro lado. El francés se enmarcaba en la filosofía del ser, de lo absurdo, mientras que nosotros nos agarramos de la nada para crear con un lenguaje totalmente distinto a lo que se había hecho en la pacata Colombia”, explica Elmo.
Además de la influencia que recibieron de la generación beat, y de otros autores como Mallarmé, Breton, Kierkegaard y Gide, los nadaístas supieron leer con admiración al magistral -y poco conocido- escritor y filósofo colombiano Fernando González (1895-1964).
Tras 5 décadas y varias obras a su haber (una de estas, Islandia, ganó el Premio Nadaísta de Novela en 1967), Elmo Valencia sigue demostrando su grado excelso de monje lúcido, cantando sus propias odas irreverentes y profesando su amor por la poesía.
“Ella es la única que nos va a salvar. ¿Oíste? Que de eso no te quepa la menor duda”.