EL ESPACIO PERMANECE DETERIORADO Y HABITADO POR Desconocidos
El Castillo de Espronceda ya no sería la biblioteca de la ciudad
Hace 4 años, el Castillo de Espronceda (calles Eloy Alfaro y Venezuela), declarado Patrimonio Cultural del país desde el 7 de junio de 1990, fue expropiado por el Municipio de Guayaquil para convertirlo en la biblioteca Carlos A. Rolando y en el Archivo de la Ciudad. Así lo indica el Departamento de Turismo del Cabildo en su página web.
A pesar de que los datos sobre la edificación no se han actualizado con mayores novedades, José Núñez, quien está al frente de la dirección de Urbanismo, Avalúos y Registros del Municipio de Guayaquil, confirmó, a través de un correo electrónico, que la fundación Siglo XXI “tiene, a la fecha, a cargo el bien y proyectos futuros”.
Wilfrido Matamoros, presidente de la fundación Siglo XXI –en entrevista con este Diario– dijo que, efectivamente, se había planteado hacer la biblioteca que aún promociona el Municipio en su sitio web.
Según Matamoros, hace aproximadamente 2 años se presentó un estudio al alcalde Jaime Nebot, para realizar la restauración del edificio. “Lamentablemente el peso que tenía que soportar como biblioteca era tan grande que teníamos que hacer un reforzamiento del edificio, que es muy antiguo. De tal envergadura era el reforzamiento que se presupuestó en más de $ 1 millón y medio. El alcalde dijo que invertir tanto para eso, le parecía muy costoso” (sic), recordó el funcionario quien también señaló que el Municipio le habría dado a la fundación que él preside “vía libre para restaurar (el castillo), pero ahora se está pensando en cambiar el proyecto”.
Sin embargo, mientras el Cabildo guayaquileño replantea el plan a implementarse en el Castillo Espronceda, este permanece deteriorado y frecuentado por mendigos, estudiantes y curiosos.
Algunas de las personas que viven en los alrededores del Barrio del Astillero se han convertido en sus custodios, pues en algún momento vivieron en la edificación. No obstante, solo vigilan de lejos lo que ocurre adentro. Según los moradores del sector, de a poco los chamberos que entran al lugar, a pesar de estar cerrado, se han ido llevando parte de su estructura interna para comercializarla.
Esteban Guadalin, de 65 años, vivió en el segundo piso del Castillo Espronceda durante 20 años junto a su madre. Recuerda que la última dueña, Lucrecia Peribonio Brajcic, siempre les dijo que entregaría la casa como patrimonio al Municipio.
Virginia Córdova, de 39 años, trabaja en una papelería diagonal al castillo y dice que es frecuente ver a un chambero que dice ser dueño del edificio. Pese a que en varias ocasiones la Policía Nacional lo ha expulsado del lugar, él regresa. “Borracho se pone a gritar: ‘Tremendo castillo para mí solo”, relata Córdova antes de afirmar que ahora es peligroso andar cerca del edificio pasadas las 21:00, ya que no hay guardianía y, a veces, estudiantes de un colegio nocturno lo utilizan como hotel y algunos para consumir drogas. Además, en los últimos días, un grupo de jóvenes ha ingresado al castillo en busca de fantasmas. Con una aplicación en sus teléfonos celulares, sobre la cual dicen les ayuda en su búsqueda de rastros de otras vidas, ingresan al castillo, incluso por las ventanas abiertas, luego de escalar sus paredes.
El Castillo de Espronceda fue construido en la década del treinta por el arquitecto Juan Orús Madinyá, a pedido del también español Miguel Martínez de Espronceda, esposo de Lucrecia Peribonio. Junto al predio, Martínez de Espronceda montó una destilería para producir vinos y licores y, años más tarde, en 1936, una fábrica de gaseosas a la que llamó La Frutal.
Posteriormente, la casa fue dividida en departamentos para arrendar. Peribonio vivió en ella hasta que su salud se menguó, luego de eso, un taller de refrigeración, un restaurante, una tienda de víveres y un local de muebles finos italianos fueron parte de la historia de todo lo que ha existido en este castillo.
En 2004 se anunció la remodelación de su fachada, y aunque se dijo que permanecería con sus colores originales, concho de vino y crema, actualmente luce de un tono sepia, amarillento a causa del descuido y el paso del tiempo. (I)