Sin duda Ecuador se ha transformado; ya no es el mismo. El Ecuador de hace nueve años es un mal recuerdo. Ecuador ha cambiado para bien. El Ecuador de la inestabilidad política y de los paquetazos ya no existe más. El Ecuador administrado para un pequeño grupo de privilegiados se acabó. En casi todos los aspectos se han producido avances significativos: educación, salud, vialidad, reducción de la pobreza, acceso a la escolaridad, becarios en las mejores universidades del mundo, etc. En todos los aspectos Ecuador se ha transformado, quizá con excepción del sector de la cultura, pues su vieja institucionalidad sigue intacta. Sí, Ecuador se ha transformado. Y sin embargo hay detractores, y muy virulentos.  Es decir, algo no se habrá hecho bien. Los aliados naturales iniciales ya no están. Un gran número de jóvenes se alejó decepcionado, otro grupo de mujeres se resintió cuando se les negó la posibilidad de -al menos- debatir. Y otros sectores sindicales, indígenas, movimientos sociales y de grupos de izquierda se convirtieron en furibundos opositores, tanto que se han perdido los escrúpulos éticos e ideológicos y -sin sonrojarse- se reúnen y se conjuntan con los grupos más extremos de la derecha, con los socialcristianos y -quién creyera- con los banqueros. Es cierto que no se puede transformar sin confrontar. Pero es difícil entender las razones que han provocado que ciertos sectores -minoritarios, ciertamente, pero muy visibles- hayan desarrollado una capacidad de odio al presidente Correa tan grande. ¿Mientras más obras, más odio? Volviendo al tema de la cultura; nunca como en estos nueve años se ha entregado recursos económicos a los artistas, creadores y gestores culturales, pero no se ha modificado la estructura institucional caduca y obsoleta. Nunca como ahora se produce cine, por ejemplo. De una película cada cuatro años, antes de 2007, se pasó a 17 películas por año. Sin embargo, no se ha expedido la Ley de Cultura, mandato constitucional de 2008. Con el Ministerio Coordinador de Patrimonio, y el decreto de emergencia, nunca en la historia del país se hizo tanto y se invirtió tanto en los patrimonios como en ese período de gobierno (2008-2013). Y sin embargo, se suprimió el Ministerio Coordinador y ahora los patrimonios del país están en riesgo. Sectores importantes de ‘intelectuales’ y artistas pasaron a la oposición, en unos casos asumiendo que se han coartado libertades, lo cual es legítimo.  Y en otros, porque también desarrollaron esa capacidad de odio al ‘correísmo’.  En unos casos, recibieron auspicios, viajes a ferias y festivales, son jurados en los concursos, y sin embargo, son iracundos opositores. Y ahora mismo vivimos una confrontación respecto a si desaparece o no la matriz de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. La Viceministra de Cultura ha dicho que no es así, que hay -en el texto que se propondrá a la Asamblea Nacional- una instancia de coordinación nacional, es decir matriz. Por tanto, confrontación absurda e innecesaria. Basta saber comunicar y trabajar en conjunto con los actores culturales para acordar -como debe ser en toda ley- un texto legal que responda a las necesidades y demandas del sector cultural. Mientras tanto, luego de nueve años, los artistas y creadores carecen de seguro social y beneficios mínimos que les permita tener una vida y una vejez dignas. El Estado sigue llegando tarde. Ahora mismo, decenas de artistas de gran trayectoria -literalmente- no tienen en dónde caerse muertos. No pueden hacer uso de los magníficos hospitales públicos. Y eso es grave. Una deuda enorme que no puede seguir creciendo. Por el contrario, debe subsanarse en el menor tiempo posible, con carácter urgente. (O)