El virus del zika llama la atención del mundo entero. Existen rumores de que fue creado por manipulación genética, que se escapó de laboratorios de contención, etc. Lo cierto es que este virus de ARN se conoce desde 1947 en Uganda, y de ahí se ha diseminado por las islas polinesias hasta llegar a América en 2015, produciendo una epidemia en las zonas tropicales y subtropicales. No existe tratamiento curativo específico ni vacuna. Un millón y medio de personas estarían afectadas en Latinoamérica. Aunque en esencia no es un virus mortal, últimos estudios indican que la infección por el zika está asociada a microcefalia de 8 a 10% de casos nuevos y a una afectación del sistema nervioso con parálisis temporal denominada síndrome de Guillain-Barré y que se ha incrementado 19% desde la epidemia. Las microcefalias por agentes nocivos como contaminantes e infecciones como el zika se producen al parecer porque el virus cruza la barrera natural materno-placentaria y genera efectos en el feto: reducción del volumen cerebral y craneal, retardo mental  acompañado o no de sordera o ceguera, alteraciones de vísceras y problemas motores. Constituye un síndrome polimalformativo grave. La recomendación clara y directa de la OMS hacia los países que están involucrados en la epidemia es prevenir el nacimiento de niños con esta patología y para ello se deben tomar las medidas necesarias para implementar el aborto terapéutico. Frente a esta clara recomendación las autoridades sanitarias de varios países ‘tradicionalistas’ miran para otro lado. Se habla de prevención del zika, pero se pone énfasis en cuestiones no conflictivas, como impedir el contagio, evitar las picaduras del mosquito que las transmite, eliminar las acumulaciones de agua que son criaderos del insecto, el uso de repelentes, que necesitaría evaluar los perjuicios que causarían estos químicos en el embarazo. Faltan investigaciones que hagan comprender los mecanismos moleculares por los que el zika causa el daño en embriones de hasta dos meses en el vientre materno; posterior a este período no se conoce su efecto. La lógica de salud pública es simple: si el zika es un probable agente malformativo, la medida es el aborto terapéutico. Pero de esto no se quiere hablar; está negado en nuestro país. Parecería que la realidad de salud nos enfrenta a nuestros duendes de fe. El aborto es un camino racional en los embarazos de riesgo, como lo es para los casos de violación o para los miles de madres adolescentes y lo es para las mujeres que esperan un hijo polimalformado. (O)