Lo que hicieron con Mery Zamora nos denigra a todos y a todas como sociedad. Y al mismo tiempo nos convierte en víctimas de ese acto, como ciudadanos, hombres y mujeres, en medio de una confrontación, que ya ni siquiera merece el calificativo de política. Si fuese parte de una estrategia política, en la práctica ya tendríamos un retroceso enorme.
El uso del cuerpo de una mujer para buscar un rédito supuestamente político es un acto perverso. Se trata de una violación desde lo más hondo del machismo. Si quisieron, incluso, denigrar el placer de una mujer en su absoluta e inviolable intimidad, tocaron la membrana más delicada de nuestra esencia humana. Aquí hay alguien actuando supuestamente a favor o en contra del Gobierno, pero en la práctica lo hace en contra de la dignidad humana, sin ninguna duda. Cuando se agotan las ideas o cuando lo que buscan es la confrontación violenta, la reacción ‘viril’ o una causa sobre bases falsas, entonces surge ese machismo horrible que acude a lo más bajo de sus expresiones. ¿Solo ahí se explica lo que (nos) hicieron?
La naturaleza de la disputa política no puede ni siquiera imaginar y menos suponer que agrediendo a la mujer se consiguen victorias. Si todos somos víctimas de ello, los victimarios deberían saber que degradan todo lo que se ha sembrado con enorme sacrificio para apuntalar o imaginar una sociedad de derechos, obligaciones y responsabilidades de y con las mujeres, quienes han tenido que luchar siglos (muchas veces en silencio) para ser consideradas como iguales a los hombres y ocupar un lugar digno en las tareas democráticas.
Nuestra sociedad deberá entender (a fuerza de estos actos perversos y otros camuflados de disputa) que hay seres depredadores con las mujeres y que son tanto o más perniciosos que otros males ‘políticos’, porque atentan contra lo más íntimo de su existencia y de sus expresiones políticas, sentimentales, culturales, femeninas, en toda la extensión de la palabra.
Al usar las imágenes de un cuerpo parecería que hemos fracasado como sociedad, incluso si ahora se quiere hacer de este acto perverso una plataforma para argumentar una oposición y la justificación de todas esas tesis de que supuestamente vivimos en un Estado totalitario. Y si el fracaso es mejor maestro que el éxito, valga esta ocasión para reivindicarnos todos en la misma dimensión del problema al que estamos expuestos.
Vengan de donde vengan estos ataques machistas violentos y delincuenciales, no caben feminismos fundamentalistas ni victimizaciones donde no caben. Mucho menos que sean la invocación a otras formas de violencia. Nos corresponde ahora imaginar cómo abonamos una democracia radical, un bienestar real y una verdadera convivencia para afrontar con sabiduría los retos colectivos, si queremos -además- sembrar de buen vivir cada uno de nuestros sueños, actos íntimos y públicos.
Fue Antonio Gramsci quien dijo: “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese momento surgen los monstruos”.