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El Telégrafo
Jaime Galarza Zavala

Una sola vuelta

02 de febrero de 2017

Que el 19 de febrero triunfe Lenín Moreno es posible y, a la vez, absolutamente necesario. Es posible porque su figura, donde se presenta o se habla de él, suscita cálida simpatía, emoción popular y respaldo. Es posible, además, porque la inmensa mayoría de la población, aun formulando críticas o haciendo reparos a la administración del presidente Rafael Correa, reconoce la inmensa obra realizada en la década que está por concluir, así como los cambios legales e institucionales efectuados en medio de la enconada oposición de los eternos dueños del país, ubicado en la gran empresa, la banca chulquera y la partidocracia.

Es posible, igualmente, porque todos recuerdan el paso de  Lenín por la Vicepresidencia, cuando supo humanizar la política del Estado al dignificar a la enorme masa de discapacitados que existe en el país, abrirle puertas para su bienestar y su trabajo. Todo esto favorece la perspectiva de triunfo en una sola vuelta, por más que las encuestas interesadas (o pagadas) digan lo contrario, mientras algunas empresas de sondeo se pelean en nombre de una de las propuestas derechistas, disputándose a dentelladas el segundo puesto, con la esperanza de que Lenín Moreno  pase a la segunda vuelta y pueda ser derrotado. Ilusiones, dulces ilusiones.

Pero además de ser posible el triunfo de Lenín Moreno en la primera vuelta, es absolutamente necesario que así ocurra, pues de otra manera el país se vería abocado a una contienda política sin precedentes en la vida nacional, pues la oposición buscaría unificarse por encima de todas las diferencias que hoy mantienen, y pese a las dentelladas que se lanzan unos contra otros. Y es que en esta banda, que incluye a fascistas, curuchupas light y oportunistas de toda pelambre, los apetitos de poder son colosales. Allí se juntan los banqueros que despellejan al pueblo y que lo hundieron con el feriado bancario; allí los hábiles negociantes de la pasada deuda externa; allí los amos de la prensa antigua y moderna; los nostálgicos del podrido Congreso Nacional y del  hombre del maletín.

En fin, los agentes de multinacionales, como la norteamericana Bechtel, aquí enmascarada como Interagua o Tripleoro, con sus socios menores como los alcaldes socialcristianos de Guayaquil y Machala, además de los fósiles políticos, el reducido grupo de generales privilegiados, el sector clerical que tiene como  eterno ídolo al  tirano García Moreno. Por todo lo expuesto -que es muy poco-, nadie puede permanecer al margen del proceso electoral; nadie debe votar por las fuerzas regresivas del pasado; nadie puede ni debe apuñalar a la madre patria. Y menos que nadie la juventud estudiosa, obligada a pensar y recuperar a tiempo la memoria histórica. Permanecer en la indecisión, votar nulo o en blanco, equivocar el voto solo agravará los males del país.

Lenín Moreno representa la continuación de la obra positiva, hará posible la rectificación de los errores, será capaz de unir a las fuerzas sanas del pueblo ecuatoriano, lejos de todo sectarismo de grupo o de partido. Esto lo espera el Ecuador todo; esto anhela también la Patria Grande, nuestra América. (O)

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