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El Telégrafo
Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

¿Una matriz o un motor para la Casa de la Cultura Ecuatoriana?

14 de enero de 2016

Benjamín Carrión no cuenta con sus obras completas desde la casa que lleva su nombre. Y ese es un dato significativo de lo que ocurre con nuestra gestión cultural. El Ministerio de este sector existe desde este Gobierno y, entre una y otra administración, afronta exigencias que van más allá de sus responsabilidades concretas y se debate con otras que sí son de su absoluta obligación política. Y mientras tanto, la Ley Orgánica, un mandato constitucional desde 2008, sigue en la cola de la Legislatura y los asambleístas no dicen ni pío. ¿Esperan que la normativa les llegue desde el Ministerio de Cultura?

En ese contexto, algo arbitrario, la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE) ahora está en el centro del debate intelectual porque podría ‘perder’ su matriz para reducirse a sus 24 núcleos, incluido el de Pichincha, que nunca existió. Pero se deja de lado otro asunto: en cada provincia, cada entidad estatal (dígase municipio, prefectura y gobierno central) cuenta con su ‘Dirección de Cultura’ y cada una a su modo desarrolla la política pública, que en realidad se reduce a eventos culturales y no necesariamente a procesos de largo aliento.

En otras palabras: tenemos un problema gordo y ni los intelectuales, artistas, autoridades y gestores culturales han logrado construir para Ecuador un sistema nacional para este sector que garantice los derechos culturales de los ciudadanos, y no solo los bienes, recursos y auspicios para los artistas en general. Por los varios borradores que se han elaborado para la normativa han pasado visiones, intereses y pujas sobre asuntos muy puntuales y a veces corporativos, pero no tenemos claro qué visión, idea o imaginario se construye para pensar que de aquí en adelante (o cuando se apruebe esa ley) podamos tener las reglas claras para desarrollar un anhelo colectivo de que sea en la cultura donde se asiente nuestro progreso esencial como nación.

Aunque hace falta y es necesaria una matriz (con un nuevo modelo de gestión y con unos roles absolutamente renovados para estos nuevos tiempos), lo importante y estratégico para la CCE es contar con un motor poderoso: conceptual, administrativo, financiero, público, intelectual y ciudadano. Ese motor bien aceitado (con los recursos que hagan falta para los proyectos y no para la burocracia) debe generar un espacio en un tiempo indefinido para la realización de las políticas públicas y los estímulos indispensables para un diálogo y un encuentro de todas las expresiones artísticas e intelectuales de un país tan diverso como el nuestro.

Me cuesta mucho creer que un comunicado de los intelectuales y artistas se reduzca a defender la matriz. Y al mismo tiempo es inconcebible que desde el sector oficial ese sea el motivo de una ‘confrontación’ con los artistas. No por estar en el medio se puede ser imparcial: la matriz es importante, pero mucho más lo es una ley con todo el rigor de nuestra obligación histórica como proceso político de transformación.

Pero además, con ley o sin ley, con matriz o sin matriz, con CCE o sin ella, el desarrollo cultural ocurrirá y, en su devenir, serán los artistas e intelectuales, los gestores culturales y las demandas ciudadanas los que otorgarán ese sentido espiritual a nuestra convivencia. Y ojalá podamos contar con una ley y una matriz que sean el motor que le hace falta al sector cultural para entendernos de otros modos frente a nuestra historia. (O)

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