El más grave pecado que critican algunos periodistas en ciertos blogs y medios es que del lado del ‘poder’ hay supuestamente arrogancia política y la imposición de una sola verdad. ¿Y no les pasa lo mismo a ellos? ¿No caen en la misma lógica que critican? O mejor dicho, ¿no han entendido que su lógica (la de un ejercicio liberal del periodismo y de la política) no puede ser la única o universal? ¿Ypor tanto, si fuese del caso, si hubiese voluntad de entender al ‘otro’, no es ya hora de hablar, dialogar y confrontar sobre el modo de periodismo que le hace falta a esta época y a este país?
Para esos periodistas de medios y blogs (nada alternativos en el lenguaje), “cuando todo esto acabe” volveremos a lo mismo. O sea, regresaremos al periodismo liberal, con las mismas prácticas y herramientas ejercidas antes de 2007. Solo repasemos qué tipo de ejercicio periodístico invadía las redacciones de los medios de aquel entonces para entender por qué ahora hay una confusión sobre la calidad de los contenidos y si los ahora críticos eran la mayor representación de ese salto que debía dar el periodismo y los periodistas, no necesariamente los medios y sus empresarios.
El universalismo de un solo modo de hacer periodismo -el que defienden estos periodistas ultracríticos y altamente adjetivadores- revela esa carencia de insurgencia en ese territorio. Y de ahí la confusión de algunos al creer que hacen un periodismo de combate, cuasi alternativo, de otros tiempos. Para nada: usan las plumas y los medios para hacer oposición política, nada más. Que siendo un ejercicio legítimo -por último hasta de orden ciudadano- para nada reivindica al periodismo, sino que lo degrada, lo ubica en uno de esos territorios que dicen criticar: el activismo, el no oficialismo, pero al fin de cuentas, el de oposición, ese periodismo militante que tanto dicen detestar.
Pero hay algo más en ese universalismo y vacío insurgente en el periodismo de los ‘ultrapuros’: cuando se trata de la derecha, de ciertos alcaldes y algunos poderes económicos, ese periodismo crítico se calla, se censura y hasta inmoviliza. Y algo más: quizá por no ‘hacerle el juego al poder’ no han dicho nada (en los blogs ni en los medios) de las barbaridades que ocurren en ciertos programas y en el comportamiento político y hasta laboral de algunas empresas periodísticas o de comunicación. Por no caer en ese juego, dirán, lo fundamental ahora es sacar del poder al tirano, con él sí seremos valientes, frontales, y de pluma caliente (bien cabría en estos tiempos hablar de ‘tuits’ calientes). Y dirán: “Ya llegará la hora de criticar a esos programas y de pelear por los derechos laborales”.
Por todo ello es bastante claro que la hegemonía cultural y política en los medios y en los periodistas no ha cambiado. Ese único modo de supuestamente ejercer el periodismo se ha naturalizado en esas cabezas, insisto, supuestamente insurgentes, críticas y hasta rebeldes. Hablo de esa hegemonía ideológica, liberal, conservadora a fin de cuentas. Una hegemonía que les ha hecho creer que hay un solo modo de pensar y actuar en los medios y en el ejercicio profesional. Para nada existe un periodismo alternativo. Mucho menos estarían de acuerdo con la existencia de medios públicos para desde ahí revolucionar el modo liberal de hacer comunicación. Y por ello, además, se niegan a un diálogo frontal.
Una naturalización de tal envergadura que ahora, esas plumas rebeldes, son el plato preferido de políticos y líderes de opinión de la derecha. Y son también el objeto de financiamiento de ciertas entidades internacionales, que jamás antes se preocuparon por la calidad del periodismo en Ecuador. Y si algo deberían tener en sus cabezas todos los periodistas nacionales es una fuerte carga de criticidad sobre el sentido actual de la comunicación, el valor y peso que adquieren las nuevas tecnologías en la consagración de esa hegemonía política liberal y conservadora. Además preguntarse si efectivamente ahora podemos seguir hablando de medios de comunicación sin ciudadanos o ciudadanos como medios de comunicación para unas demandas políticas de otra naturaleza y no la de una defensa a ultranza, militante sin criticidad, de la libertad de expresión como derecho absoluto, ni siquiera de los ciudadanos, sino solo de los medios y de los periodistas liberales.
El próximo martes, en Ciespal, habrá un diálogo sobre comunicación y valdría hablar de estas cosas sin odios ni sangre en los ojos, con los poros abiertos hasta para reconocer dónde hemos fallado como periodistas, y no como empresarios ni como actores políticos. (O)