Aprovechando el diálogo nacional convocado por el presidente Lenín Moreno, han vuelto a la carga los grupos de poder económico y mediático, en busca de reformar todas las leyes de la Revolución Ciudadana que afectan a sus intereses, en especial ciertas normativas laborales y la Ley de Comunicación. En nuestra opinión, esto nos invita a plantear un debate sobre el poder y sus diversas expresiones. El politólogo Norberto Bobbio reconocía la existencia de varios poderes paralelos, puesto que sostenía que el poder podía ser económico, ideológico o político, según proviniera de la riqueza, del saber o de la ley.
Hay el poder de la riqueza y de los ricos, que se asienta en su propiedad sobre los medios de producción (tierra, industria, comercio), lo cual les permite controlar recursos importantes, pero sobre todo controlar y dominar grandes masas de gentes sometidas a su autoridad. También hay un poder ideológico, que se asienta en el control de los recursos del conocimiento (educación, investigación científica, comunicación, distracción) y permite controlar directamente a un buen número de gentes que trabajan en el área, pero sobre todo influenciar ideológicamente en grandes masas de población, orientándolas, controlándolas o manipulándolas.
A medio camino entre el poder de la riqueza y el poder ideológico, están los medios de comunicación, que tienen de industria y comercio, por un lado, y de generación ideológica por otro, lo que les da un excepcional poder de control sobre la población. Y está, finalmente, el poder político que surge de la democracia y es la encarnación de la voluntad soberana del pueblo. Este poder radica en la ‘fuerza legal’ que emana de la ley y ahí radica su superioridad cualitativa: no es un ‘poder de hecho’, como la riqueza, sino un ‘poder de derecho’, que representa la voluntad popular, se guía por la ley y ostenta la mayor legitimidad del mundo social.
Empero, este poder tiene una desventaja frente a los poderes fácticos: es un poder permanente como autoridad, pero de liderazgo transitorio, cuyos titulares llegan y pasan, mientras que los círculos oligárquicos o las grandes familias con poder mediático tienen poder permanente, manejan fuertes redes de poder e influencia y empujan sostenidamente sus intereses a lo largo del tiempo. Es más, no les basta con el poder que ya poseen por sí mismos, sino que regularmente buscan controlar en su favor el poder político, para usar en su favor la fuerza de la ley. (O)