Los medios de comunicación tradicionales están fritos. Las nuevas tecnologías los trituran día a día. Ahora son los ciudadanos quienes ejercen la comunicación como un derecho y como una opción. Así que dejémonos de vainas: la prensa, en su lógica comercial, hegemónica, vertical y ‘supracultural’, ya no impone (relativamente) lo que hay que leer, pensar, debatir o reflexionar en las sociedades contemporáneas.
Maticemos: todavía hay naciones y zonas territoriales donde internet no cubre ni copa la atención ni el uso de los ciudadanos y estos para informarse siguen dependiendo de los medios que tienen a la mano. Y ahí sobreviven esos modos de comunicación tradicional, emisiones televisivas calco del modelo hollywoodense para el entretenimiento y malas copias de formatos informativos de ‘las grandes cadenas mundiales’.
Al parecer, la tendencia mundial será alrededor de lo que antes se aspiraba para la democracia (un ciudadano, un voto). Si los ciudadanos tienen un smartphone o una cuenta en una red social arribaremos a un escenario en que cada uno de ellos será un medio de comunicación y por tanto contará con las facilidades para informar, comentar y debatir con el resto de mundo.
Para probarlo ahí están dos ensayos ‘monumentales’ de dos periodistas e investigadores: Cultura Mainstream (de Frederic Martel) y Cuarto poder en la red (de Víctor Sampedro). Los dos coinciden en que la crisis de los medios (en el sentido más amplio de la palabra) no responde a un problema de demanda (“nunca se ha consumido ni comentado tanta información”, explica Sampedro), sino de oferta. Obviamente hay, en ese contexto, una saturación por abundancia y no por calidad. No le falta a la gente información como para tomar decisiones y no le llega ahora solo por los medios tradicionales de prensa. Al contrario, si algo saben los ciudadanos no es porque esos medios les informen. Incluso, esos medios no alcanzan a satisfacer toda el hambre de información que los nuevos ciudadanos (sobre todo los nativos digitales) demandan y consumen, pero también la que producen desde sus computadoras o celulares.
Yo creo mucho en los periodistas, poco en los medios. Y ahora ser periodista parece más fácil o, por lo menos, las tecnologías ayudan para que esa tarea básica de informar pueda ‘hacerla cualquiera’. Y ese ‘cualquiera’ pasa por el ciudadano común, el artista o deportista, el político y las autoridades, el académico o el estudiante. ¿Entonces para qué servimos ahora los actuales y tradicionales periodistas?
Primero, para entender para qué servimos hay que bajarse de la ‘nube rosada’ donde creemos estar por codearnos con todos los actores (políticos, culturales, deportivos, de la farándula). Segundo: hay que explicar la realidad en toda su complejidad, lo cual implica dotarse de mejores herramientas argumentales y epistemológicas. Y tercero: se debe formar a las generaciones de estudiantes de comunicación en concomitancia con las nuevas realidades y no bajo el formato de todas las facultades que siguen impartiendo lo mismo del siglo XX. (O)