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El Telégrafo
Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

Si no es la CIA, ni las "hermanas de la caridad", ¿quién pone la plata?

12 de junio de 2016

Partamos de la duda. ¿No es la CIA? Bueno, ¿entonces todo lo denunciado es uno de esos inventos nacidos de la cabeza (como dice el embajador) de algún nostálgico de las teorías de la conspiración? ¿Así de fácil?

Y supongamos que sea cierto que no hay agentes, agenciosos, colaboradores ni soplones. Entonces, si lo que más hay (según los detractores) es censura, represión, límites y barrotes a las libertades de prensa, de información y de empresa, ¿de dónde sale tanta información? ¿Y de dónde sale todo el dinero para sostener páginas web y portales, blogs, viajes al extranjero y supuestas investigaciones periodísticas?

Varios conocidos, otros no tanto, pero casi todos preocupados y hasta entusiasmados por las publicaciones de Telesur y EL TELÉGRAFO, han llamado estos días para compartir teorías y pistas que ponen en la misma dirección las sospechas: “Son los Isaías, sin ninguna duda”. “Son empresarios ecuatorianos”. “Es el mismo Guillermo Lasso”. “Es la plata de cotizantes decididos a recuperar el poder político”. “No me cabe duda alguna de que son esos militares en servicio pasivo, afectados por las posibles reformas que perjudican sus eternos privilegios”. Y así un largo etcétera.

Pero también hay quienes señalan, sin ninguna vacilación, que se trata de las viejas prácticas de la CIA, con sus acomodos y ajustes de la época, con la nueva tecnología a su disposición, con la experiencia de no haber podido derrotar a los servicios de inteligencia creados en los últimos años en potencias emergentes y que mueven el piso de la supuesta mayor estructura de espionaje del mundo. No se puede dejar de lado algo también importante: no hace falta ser agente o empleado (muy difícil enrolar a algunos que son ‘boquisueltos’ o que ambicionan acumular fortuna sin mostrar patriotismo en sus acciones); basta con coincidir con el pensamiento y las ideas de la CIA, del neoliberalismo, el libre mercado, con los paraísos fiscales, etc., para actuar voluntaria y espontáneamente sin militar en ninguna agencia o embajada.   

¿Cuáles son esas viejas prácticas? Una fundamental y que se ha revelado estos días es distraer la atención generando una muy sostenida reacción contra los denunciantes, descalificándolos, mofándose de ellos, cayéndoles con todo, colocándolos en el altar de la diatriba y de la injuria. ¿No fue eso lo que hicieron con todos los militantes auténticos de izquierda de los años sesenta cuando Philip Agee actuaba en nuestras tierras? ¿No fueron contra ellos todos los dardos descalificándolos al punto de que algunos se fueron del país convencidos de que se habían equivocado de lucha por la arremetida de varios de sus propios compañeros, de ciertos periodistas y uno que otro funcionario aparentemente honesto? A ellos les cerraron las puertas y, por supuesto, también hicieron lo que hacen ahora los agenciosos: tacharlos de lo que ellos pecan.        

Pero volvamos a la pregunta inicial: ¿No viene de la CIA el dinero? ¿Quién entonces financia todo lo que se ha hecho en estos años y meses para desmontar la Revolución Ciudadana bajo el supuesto de que no tiene sentido o de que constituye un proceso fracasado? ¿La plata sale del esfuerzo y aporte individual de periodistas, políticos y analistas que se han comprometido patrióticamente con cambiar el estado actual de cosas? ¿Alguien se cree ese cuento?

Nadie se vincula a la CIA en calidad de colaborador con una ficha o un carné, mucho menos con una partida presupuestaria en alguna entidad concreta. Los verdaderos y profesionales agentes son preparados, enrolados y monitoreados por sus autoridades, pero también es público (más ahora que hay series de televisión construidas desde la misma experiencia y testimonio de los espías) que esos agentes trabajan con redes de colaboradores y soplones en reuniones sociales donde registran todo lo que les ayude a entender dónde deben actuar. Y hay algo más: trabajan reclutando a funcionarios y militantes como aquel que ayudó a ubicar el campamento de Raúl Reyes, en Angostura, haciéndose pasar por un militante revolucionario radical.

Si los que menosprecian todo lo publicado creen que eso se acabó con el fin de la Guerra Fría bien pueden revisar la historia más fresca de países del Medio Oriente, por solo citar un caso. Si al mismo tiempo creen que ahora la CIA ya no interviene o al menos respeta la soberanía de nuestros pueblos habría que preguntarle al actual embajador estadounidense en Ecuador su experiencia en todos los países desde los que ha servido a su gobierno. Y si creen que todo se trata de la locura de unos nostálgicos esperemos 50 años para que sea la historia la que le dé la razón a quien la tenga.

Por ahora, hay muchas pistas de que la oposición política y mediática ecuatoriana es incapaz por cuenta propia de sustentar un aparataje como el que ha montado para construir escenarios políticos con cierta solvencia. Pero también es cierto que hay una sospecha que crece cada día y que cuenta con el aval de periodistas anticorreístas (pero no fanáticos opositores) y de analistas honestos e inteligentes que han sido contactados y han rechazado toda vinculación en determinadas tareas, “sugerencias” o encomiendas para decir algunas mentiras o exagerar sus críticas: no solo es la CIA.

Determinados banqueros y empresarios han puesto mucha plata para recuperar el poder político con algún presidente de alquiler (como ya vivimos en los ochenta y noventa). No cabe duda de que este país es demasiado rico como para que no esté en el patrimonio de ciertos banqueros y empresarios. (O)

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