La “crisis de los 30” en EE.UU. es la más famosa, con derrumbe de miles de empresas y millones de ciudadanos desempleados y en la miseria. Para solucionarla, el demócrata Franklin D. Roosevelt (1933-1945) impulsó el New Deal con una sucesión de políticas: bancos intervenidos, empresas industriales vigiladas, persecución a comerciantes inescrupulosos; se obligó a los agricultores (previo subsidio) a reducir la producción; comenzaron grandes inversiones en obras públicas, caminos, hospitales, aeropuertos, escuelas, proyectos de riego, electrificación (en Ecuador se diría “excesivo gasto público”); empleo para jóvenes, trabajos temporales; considerando a la injusta distribución de la riqueza como parte de la crisis, se dictaron leyes para garantizar salarios mínimos, elevarlos, proteger sindicatos, contratos colectivos y otros derechos laborales; además, en plena crisis, se sancionó el despido de trabajadores, se introdujo la seguridad social, pensiones por desempleo, salud y jubilación; y se logró del Congreso un elevado impuesto sobre las rentas.
El Segundo New Deal (1935) profundizó las medidas estatales: beneficios para los trabajadores retirados, seguro para los desempleados, programa de salud general y de bienestar para niños, asistencia para ancianos cubierta con aportes de empresarios; seguro de desempleo financiado con un impuesto cobrado compulsivamente a los patronos; incremento de impuestos a las herencias y donaciones. A fines de 1935 cerca de 20 millones de norteamericanos contaban con alguna forma de asistencia pública. Roosevelt denunció “la injusta concentración del bienestar y el poder económico” en manos de una pequeña fracción social; el opositor Herbert Hoover exclamaba: “La seguridad social debe construirse en el culto al trabajo y no el culto a la vagancia”; y otros denunciaban el “comunismo” y el “desplume a los ricos”. Pero EE.UU. salió de la crisis y Roosevelt fue reelecto por tres ocasiones.
Las crisis en América Latina siempre agravaron las condiciones de vida y de trabajo de la población. En Ecuador solo la Revolución Juliana (1925-1931) hizo algo comparable al New Deal, con fiscalización de bancos, fundación del BCE, creación de la seguridad social, centros de salud, implantación del impuesto a las rentas, regulación sobre herencias, amplios derechos laborales, aunque pocas inversiones públicas.
El modelo desarrollista de las décadas de 1960 y 1970 transformó al país gracias al intervencionismo estatal, aunque las élites económicas han movilizado siempre un discurso anti-Estado. También nace de ellas todo discurso antiimpuestos. Entre 1979-2006 las cámaras empresariales persistentemente clamaron por el retiro del Estado, abogaron por la disminución del gasto público y rechazaron impuestos, sobre todo el de las rentas, que es el más eludido y evadido (Varios estudios en: http://goo.gl/TacuZV).
Ecuador no llega a la media latinoamericana en impuestos. Y aún no se ajusta cuentas a las capas más ricas, porque la concentración de la riqueza sigue escandalosamente alta. (O)