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El Telégrafo
Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

Odio + violencia sin argumento, cóctel letal

14 de junio de 2015

Ese odio visceral, que parecía posible solo en las redes sociales -donde además se decía de todo impunemente, como si nada- ahora saltó a las calles y ya hay algunos heridos, golpeados, injuriados y amedrentados por el solo hecho de defender a ‘uno de los bandos’.

¿Es posible explicar este ‘fenómeno’ solo por la reacción virulenta al impuesto a las herencias, a la plusvalía, a los aranceles, al modelo político, al supuesto comunismo que se quiere instaurar en Ecuador (como dice la derecha) o al capitalismo consumista y desarrollista (como dice cierta izquierda)?

Algo pasa en nuestra conducta política, que por un lado se demanda respeto a las libertades, a los derechos humanos, a las diferencias, pero cuando salen a las calles -como en las redes sociales- se insulta y agrede de tal manera que parecería que esos reclamos de respeto son una farsa o quizá una máscara para sacar de lo más hondo el verdadero condumio de lo que somos y de lo que queremos.

Por el ambiente ronda -quizá me equivoque- una palabra o un sentimiento pernicioso: venganza. Basta con revisar los discursos de renombrados políticos, de afamados entrevistadores, activos ‘tuiteros’ y ‘facebookeros’, ciertos académicos y algunos ciudadanos de a pie. ¿Alguien ha leído los ‘tuits’ de Lourdes Tibán? ¿Se puede considerar un acto o expresión de oposición política de altura (con argumentos, con cierta doctrina y lecturas) esas alusiones perversas a la familia, con metáforas zoológicas y las injurias más procaces a la dignidad del aludido y su familia?

Me dirán: ¿Y del otro lado? Sí, también hay personas que en la defensa del Gobierno usan términos y frases para nada adecuados. Hay insultos, sí. Y también aparecieron los heridos en ese lado que defiende las tesis del Gobierno. ¿Ya sabemos con certeza cuántos fueron los heridos en Cuenca, producto de las agresiones de la oposición el viernes pasado?

Entonces, mirando hacia adelante, parecería que lo que ocurre no es para nada espontáneo ni producto de un movimiento popular y social que se resiente de la situación económica, de la ausencia de políticas públicas o de una supuesta agudización de la pobreza.

De hecho, parecería que el problema más trágico de Ecuador es gravar con impuestos a quienes tienen riqueza. Si fuese así estaríamos en un escenario completamente loco: si Ecuador se levanta por los impuestos a las herencias, quiere decir que una gran mayoría goza de grandes fortunas y, en consecuencia, somos un país desarrollado, con altos índices de acumulación de capital y riqueza personal.

Pero hay otros que señalan que las protestas son la expresión de un cúmulo de problemas, de la sucesión de quejas y reclamos sobre diversos temas y ante la prepotencia del Gobierno y de su Presidente. Y si es así, las preguntas son de otra índole. La primera: ¿Estamos hablando de medidas en contra de los sectores populares y su economía, bienestar y derechos? ¿Hasta dónde las élites políticas y económicas que han convocado las protestas están proponiendo que Ecuador profundice las garantías económicas y sociales de los más pobres y de las clases medias?

Aquí ocurre algo que revela a la política nacional: odio + venganza sin argumentos ni reflexión, y mucho menos con una postura inteligente para proponer soluciones a los problemas de fondo, dará como resultado un cóctel letal, en la misma medida y proporción que se hizo ya en Brasil y Venezuela.

Si el odio vertido en las redes sociales ahora salta a las calles eso conllevará sangre, como ya está ocurriendo. No será extraño que mañana veamos en las calles un cadáver y, como ocurrió en Caracas, siendo la víctima defensora de la Revolución Ciudadana, en las cadenas internacionales y foros públicos se dirá que fue una acción criminal del Gobierno.

Todos aquellos que piden diálogo y sensatez, parecería que fueron rebasados por ese aparato político oculto, que financia fundaciones, gremios, blogs, medios de comunicación, movilizaciones, encuestas y estudios de sicología social.

¿O son ellos mismos? ¿O es espontáneo y popular ese conjunto de videos, spots y ‘memes’ que saltan de un día para otro en las redes como si correspondieran solo a la creatividad ciudadana? ¿Esto no es producto de esa campaña de unidad nacional que impulsan dos alcaldes y un prefecto, de un candidato presidencial millonario que no para de hacer campaña electoral? (O)

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