Cristina Reyes es la ‘mimada’ de ciertos medios. Posiblemente cubre todos los requisitos que desde cierta prensa son fundamentales para colocarla en pantalla y en todos los escenarios mediáticos. Pero tiene otros que jamás usan los periodistas que la entrevistan o ‘miman’, según sea el caso, porque sí hay una enorme diferencia entre uno y otro, aunque suene obvio. Por ejemplo, no saben que ha escrito tres poemarios: Travesía (2001), Tierna furia (2007) y Yo Libertadora (2012).
La conocí en Montecristi. Ahí tuvo la generosidad de regalarme el segundo poemario mencionado. En calidad de asambleísta constituyente participó en la Mesa 9, la de Soberanía, en la cual ocurrieron varios debates interesantes. Sus puntos de vista más bien fueron recatados y con una buena dosis de ‘ingenuidad’ política. De hecho (ahí constan las grabaciones) no parecía socialcristiana, no afloraba por ninguna parte un reflejo de lo que dicen y hacen sus líderes históricos.
Cada vez que la he visto nos hemos saludado con el respeto de una relación puntual en Montecristi donde hubo una intensa vida política y cada uno, a su modo, la vivía como si con ella se fundara el mundo o a partir de ahí se dividiera la historia.
Y ahora, cuando la escucho defendiendo las tesis de su partido y su firme condición opositora, sigo pensando que todavía le falta ‘kilometraje’ político, más lecturas y reflexiones sobre la esencia de la política. Quizá por eso reprodujo una frase, que de otros modos han dicho quienes creen que sin ideología se vive mejor, se hace un gobierno más sensato y hasta la colocan como un estorbo en la vida. Si dijo que “la papa no tiene ideología” y con ello esperó aplausos -y también burlas-, también podríamos pensar que lo hizo desde esa corriente apolítica, pospolítica o antipolítica que recorre el mundo para hacernos creer que la vida pública es carente de ideas, pensamientos, filosofía, y que solo se somete a los designios del mercado, la moda, el consumo y una bien dotada banalidad para hacer de todo como si no se hiciera nada y al final la vida termine en una caja registradora.
No es halago ni ironía: ella no es culpable de creer en eso. Ahora hay alcaldes y hasta un presidente latinoamericano convencidos de que no tienen ideología, pero desde el modo de peinarse (no tanto cierto alcalde) y hasta de usar determinados verbos y sustantivos reflejan una ideología.
En estricto y literal rigor, la papa no tiene ideología, pero la imagen -la usada por Cristina Reyes- sí la contiene por todas partes. Quizá ella no sepa que en la pintura y la literatura (poesía y narrativa) la imagen de la papa alude siempre a la pobreza por todo lo que significó sembrarla, comerciarla y digerirla en situaciones críticas de escasez, guerras y tragedias naturales y/o climáticas. Por ejemplo, cuando Vincent van Gogh quiso denunciar la precariedad de Europa, pintó ‘Los comedores de papas’ y ‘Cesto con papas’. Y lo hizo justamente cuando en los anales de la economía agraria se hablaba de la era dorada de la papa en Europa, en el siglo XIX.
Estirando un poco la reflexión, la papa -su imagen y significado simbólico- sí tiene ideología y una connotación política de extraordinario sentido histórico. Y quizá también: decir “no tengo ideología” es una postura ideológica con toda su complejidad filosófica. Por tanto, parecería que, al final de todo, la papa y Cristina Reyes sí tienen ideología. Y es una bien potente. (O)