¿Hasta dónde es cierto? Él mismo lo confirma en varias expresiones públicas y privadas, pero hay otros indicios y con ellos se puede pensar en los escenarios posibles. Por ejemplo, una reunión con un banquero muy poderoso, un ya no tan joven dirigente de un equipo de fútbol capitalino y un empresario con alta influencia en las élites quiteñas habrían pedido a Jaime Nebot ser el candidato presidencial de un amplio frente de oposición en 2017, pero se negó. Y también cuentan que en una reunión de empresarios guayaquileños, en un alto edificio, el alcalde de la ciudad los dejó helados cuando mirando hacia el horizonte señaló con el dedo a Durán y dijo: “Para mí eso ya es lejos”.
¿Por qué no quiere ser? ¿No es un cálculo de tiempo y probabilidades de ganar? ¿No quiere verse de nuevo involucrado, como ocurrió con Jamil Mahuad, con grupos económicos capitalinos que luego de usarlo se beneficiaron para sus fines particulares? ¿Está consciente de que es difícil ganar en la Sierra y más si del lado de PAIS sale un candidato como Lenín Moreno? ¿Y si por último se decide?
En realidad hay otro elemento en juego: Guillermo Lasso no es el candidato predilecto de las élites económicas y hay algo extraño en las diferencias de fondo con Nebot. Y ya tampoco Mauricio Rodas constituye esa carta con la que imaginaron jugar para derrotar al ‘correísmo’. Tampoco tienen como su referente al naciente candidato Álvaro Noboa y los afanes de volver a los comicios de Lucio Gutiérrez (que ahora va a los foros internacionales de comunicación política, aprendiendo de las técnicas de cómo ganar elecciones).
Más allá de las encuestas, lo de fondo es qué quiere la derecha para Ecuador en el futuro, en un supuesto gobierno de una amplia coalición (“gracias al ejemplo de los venezolanos”, como ahora recalca cierto presentador de radio) y/o en una mayoría legislativa. Y ya sabemos: “botar al tacho de la basura la Ley de Comunicación”; reducir el tamaño del Estado, cerrar el Consejo de Participación; devolver a la empresa privada el manejo de los organismos de control, etc. Claro que todo eso se camufla con el manido discurso de volver a la democracia, reinstitucionalizar al país, entre otras cosas, de las que se hacen eco ahora hasta los más izquierdistas y los famosos periodistas ‘críticos y puros’.
Y si la derecha quiere todo eso, necesita de un Jaime Nebot, quien -además- ha hecho buenas migas con algunos supuestos izquierdistas, como Paúl Carrasco, César Rodríguez y Cecilia Alvarado, sin dejar de lado sus buenas relaciones con ciertos exsocialdemócratas (¿será posible ver en una posible alianza socialcristiana a los cuadros de Avanza de Ramiro González?). Pero es una verdad que él no requiere necesariamente de todos ellos, para eso tendría, de ser el caso, un aparato político y un financiamiento propio. Pero no va por ahí la cosa.
En realidad la derecha y las élites descubrieron que no es tan fácil ganar a una corriente política que se ha desarrollado en estos nueve años con base en un programa concreto, dinámico, que arrastra un conjunto de simpatías y afinidades también en ciertos sectores empresariales y en amplias capas populares. Y como están conscientes de ello, saben que una carta potente para empujar a una mayoría legislativa será Nebot, y quizá con la presencia de Lasso y sus aliados (Andrés Páez, César Montúfar, Francisco Jiménez, Fausto Cobo y demás) hagan cálculos para negociar en la Asamblea leyes, medidas y juicios políticos que fortalezcan para 2021 una corriente a favor de la derecha ecuatoriana.
Claro, para todo esto cuentan con un aparato mediático ahora bien financiado y respaldado desde el exterior con supuestas fundaciones y ONG impolutas, periodistas al estilo de Jorge Lanata (¿quién es el más parecido a él en estos momentos y exhibe casi su misma oratoria?), asesores internacionales y una bien montada articulación con quienes monitorizan toda la región en función de lo que se ha dado en llamar la restauración conservadora.
Jaime Nebot tiene la sapiencia para decidir sí o no. Pero si fuese lo primero, evidentemente hay un costo personal que pagar: podría ser su tercera derrota presidencial. Y si fuese lo segundo queda como en los últimos años: como un espectador que no incide ni aporta a ningún candidato para derrotar al de PAIS. En los dos escenarios se revela el vacío en la derecha para encontrar un líder con el carisma y la experiencia, no solo para ganar unas elecciones, sino para gobernar, sabiendo que en las élites hay demasiadas ambiciones, nuevos dirigentes empresariales con ansias de ganar rápido y mucho. Solo cuando afloró la posibilidad de emitir la Ley de Herencias se unieron (aunque no se juntaron para la foto) para defender sus patrimonios.
Y si Jaime Nebot sigue siendo esa figura que buscan los banqueros y empresarios, él sabe que, para gobernar, serán ellos su principal problema y factor de dudas. (O)