Cuenta Shakespeare que en la antigua Italia hubo un feroz usurero judío llamado Shylok. Hasta el célebre chulquero llegó un día un joven aristócrata cargado de deudas y le solicitó un crédito. El rapaz precursor de la banca privada se lo concedió a cambio de un compromiso formal: que si al cumplirse el plazo el deudor no cubría su crédito, el chulquero le exigiría como pago “una libra de carne”.
El joven se marchó cantando de contento, pero llegó el día fatal y no pudo cumplir con el pago. Entonces Shylok le pidió que le entregara la libra de carne comprometida, ¡y esta consistía en el corazón del aristócrata arruinado! Desde aquella historia, Shylok es reconocido universalmente como el personaje emblemático de la usura -o chulco entre nosotros- ejercida por los grandes prestamistas. En nuestro lindo Ecuador los Shylok se han dado como la mala hierba que mata los cultivos.
El caso histórico más notable ocurrió en la primera mitad del siglo XX, con el Banco Comercial y Agrícola de Guayaquil que llegó a dominar la vida nacional al extremo que hasta la emisión de la moneda la ejercía su dueño, el chulquero Urbina Jado. Tal situación hambreó a las masas y las enardeció, provocando el gran levantamiento popular del 15 de noviembre de 1922, ahogado en sangre por el Batallón Cazadores de Los Ríos. Una de las secuelas del monstruoso crimen sería la Revolución Juliana de 1925, que acabó con el dominio de aquel imperio del chulco bancario. Pero el poder de la banca privada se mantuvo permanentemente, hasta que con Jamil Mahuad se produjo el feriado bancario que lanzó a la muerte y al exilio a millones de ecuatorianas y ecuatorianos.
Hoy el panorama es algo distinto, gracias a la Revolución Ciudadana, con todos los errores, limitaciones y actos de corrupción que se pueden encontrar dentro de ella. Pero la banca chulquera no admite el menor recorte a sus uñas largas y se ha lanzado furibunda a la toma del poder mediante las elecciones presidenciales y parlamentarias de febrero próximo. Para ello exhibe tres candidaturas que le son aliadas o directamente propias: la de Guillermo Lasso, dueño del segundo banco privado, el Banco de Guayaquil; la de Cynthia Viteri, apoyada abiertamente por Rodrigo Paz, con sus altos vínculos de Produbanco; y Paco Moncayo, ayer nomás miembro del directorio del Banco Pichincha y gestor del Banco Rumiñahui, vinculado al anterior; además, por último, al Banco de Machala, que hizo presencia a través de un conocido personero suyo, Mario Canessa, cuando el prefecto del Guayas, Jimmy Jairala, se pronunció en gran acto público a favor del general retirado. Detrás de estas tres candidaturas, con el apoyo de los grandes medios privados y el poder imperial, está la sombra de Shylok y el riesgo de que la banca chulquera recupere todo su poder para arrancarnos esa libra de carne: el corazón del pueblo ecuatoriano. (O)