Monseñor Leonidas Proaño, el Obispo de los Indios, siempre resultó incómodo para las cúpulas de la Iglesia. Su opción por los más pobres y su labor pastoral liberadora lo convirtieron en el ‘Cura Rojo’. Su empeño permanente en alfabetizar a los indígenas, los más pobres de los pobres; su decisión de poner a disposición del Estado las haciendas de la Diócesis para que se realizara una verdadera reforma agraria; y sus luchas por la tierra de las comunidades de los páramos del Chimborazo lo volvieron ‘peligroso’.
Con el pasar de los años, como señalan varios fieles en Riobamba, la curia se ha empeñado en ocultar su legado, su pensamiento, su labor pastoral. Sigue siendo peligroso. De ahí que no sorprende que ahora, aprovechando la coyuntura de la restauración de la catedral de Riobamba, el obispo Julio Parrilla haya decidido (por cuenta propia, sin consultar a los fieles) desmontar el mural ‘El Cristo del poncho’, que Adolfo Pérez Esquivel pintó y donó a la iglesia y al pueblo de Riobamba, para sacarlo de la catedral y trasladarlo a Santa Cruz.
Se trata de esconderlo, de evitar que esté expuesto para la contemplación de centenares de fieles que llegan diariamente a la catedral. El mural relata la otra historia, la que la Iglesia y el poder -los poderes- quieren siempre ocultar. Un Cristo vivo que ofrece pan y pescado. Y en presencia de los grandes luchadores de nuestra América por los derechos de los más pobres. Se trata de no propagar más el pensamiento liberador y emancipador de monseñor Proaño. Es mejor colocarlo en Santa Cruz, lugar que muy pocos visitan.
Decisión que revela los intereses del obispado y que ha irritado, no solo al propio autor del mural, el sacerdote Pérez Esquivel -Premio Nobel de la Paz-, sino a la población de Riobamba. Pero no solo eso, sino que el obispo se ha negado a presentar el mural -desmontado-, aunque niega que esté desaparecido y afirma que está sometido a un proceso de restauración junto a otras 25 obras de arte religioso. Proceso que debería ser supervisado -y autorizado- por el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural.
Pérez Esquivel exige que el mural permanezca en la catedral: “Fue proyectado para la catedral en momentos del caminar y compromiso de la Iglesia, donde muchos mártires y profetas desde el evangelio dieron testimonio de vida y muchos dieron la suya para dar vida”. Además, señala: “Conozco la casa de Santa Cruz y no hay espacio para el mural que tiene 5x8 metros”.
Y lo mismo exigimos nosotros, que el mural permanezca en la catedral. Para ese lugar fue concebido y ahí debe seguir. El pensamiento de monseñor Proaño sigue vivo, por ello no olvidamos sus palabras: “Busco luchadores de la paz y de la vida. Debemos actuar antes de que sea demasiado tarde, antes de que la ambición y la codicia de unos pocos conviertan a nuestro planeta en una luna muerta, en un cementerio del espacio”. (O)