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El Telégrafo
Samuele Mazzolini

¡Lenín Presidente!

16 de febrero de 2016

Ese día yo también me encontraba, junto a algunos millares de militantes festivos, en el estadio Chillogallo en el sur de Quito. Poco antes de que se regase la decepción pública de que la frustración empezase a serpentear entre los ánimos jubilosos, me llegó la confirmación de lo que hasta ese momento había sido una simple sospecha, un chisme que corría entre los pasillos de las instituciones del Estado y que pocos se creían. En un mensaje al celular, un amigo me informaba: “El próximo Vice es Glas”.

Pocos minutos después lo habría anunciado el propio Rafael Correa. Recuerdo aún el silencio espectral que por un momento se adueñó del público en esa mañana calurosa de noviembre, y un tímido abucheo, pronto acallado. No se trataba solamente de la elección de un perfil de dudosa honorabilidad académica y torpe carisma, era el anuncio de algo más grande: la Revolución Ciudadana cortaba así el cordón umbilical que aún la ataba a las fuerzas populares, marcando su indisponibilidad a escuchar las realidades en movimiento y señalando su cercanía a los sectores vinculados a lo productivo, y en particular a los sectores estratégicos. Se borraban de tal manera las huellas de la filiación popular del proceso ecuatoriano: era el fin definitivo de la feliz conjugación entre la dimensión horizontal de la demanda social y la dimensión vertical de la forma partido, y el comienzo de una política unilateral.

Es por eso que he aprendido con preocupación la posibilidad de que en la papeleta presidencial aparezca el nombre de Glas. Su hiperexposición mediática es la señal que desde la Presidencia se está empezando a apostar seriamente sobre su nombre. Al mismo tiempo, indica que se están dando dificultades con la candidatura de Lenín Moreno. ¿Por qué?

Aparentemente, Moreno habría reivindicado plena autonomía en la designación del binomio y en la organización de la campaña, consciente de que para él -como bien analiza un editorial de José Hernández en 4pelagatos- una excesiva cercanía a cierto oficialismo podría ser perniciosa. Más concretamente, Moreno podría plantear una vuelta a la época dorada del proceso, atribuyendo un papel importante a los movimientos y a los de abajo: un escenario adversado por  todos los sectores que Correa ha embarcado en los últimos años y que han transfigurado el rostro de la Revolución Ciudadana.

Sin embargo, todas estas negociaciones detrás del escenario, este hermetismo, estas maquinaciones, ¿no señalan justamente el alejamiento del protagonismo de las masas? ¿Dónde está el involucramiento popular, la transparencia, la participación de las cuales este Gobierno se ha jactado una y otra vez? El pueblo quiere Lenín Presidente, ¿cómo no verlo?

De no aclararse la situación en tiempos breves, o de verse rechazado como candidato del oficialismo, Moreno, y con él el pueblo ecuatoriano, podrían ganar mucho si se lanzara autónomamente, pero no como candidato ‘consensuador’ para restablecer supuestas libertades privadas, sino para radicalizar un proceso estancado. De esa manera, partiría PAIS y rescataría sus sectores más sanos y más comprometidos con la transformación social, dando vida a una verdadera candidatura popular. (O)

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