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El Telégrafo
Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

Las víctimas del terremoto mediático montado en las redes

01 de mayo de 2016

Se activó lo que estaba listo para arrancar en la campaña electoral. Quizá les alcance el dinero porque “fonditos” no les ha de faltar. Usaron una tragedia para montar el terremoto mediático y de él quedan algunas víctimas y saltan a la palestra los “sobrevivientes”. En términos vulgares: les cayó como anillo al dedo un terremoto. ¡Qué mejor para ellos! ¡Cuánto se habrán frotado las manos y de qué modo han sacado provecho!

Y no es que sea una novedad: de cualquier hecho, por fortuito que sea, hacen un escándalo. Su estrategia se revela a diario y sus resortes políticos también. Si tanto afán tienen algunos académicos por explicar la realidad, bien podrían usar como estudio de caso el tejido (supuestamente de la sociedad civil) que se encuentra detrás de algunos tuiteros, blogs y medios de comunicación (algunos de ellos bien financiados por el propio municipio de la capital, como lo han probado estos días algunos documentos).

Para ello esos académicos necesitarían observar primero cómo se configuran y construyen unas supuestas verdades a partir de sus propias y muy particulares ficciones. Por ejemplo: “Por culpa de la Ley Orgánica de Comunicación no se informó del terremoto del pasado 16 de abril”. ¿Quiénes no informaron? ¿No será que por pasar pegados a CNN o a sus canales y medios aliados no oyeron ni leyeron a los medios públicos la misma noche de la tragedia? Ahí están las pruebas y las evidencias. Pero, para mala suerte, no servirá de nada: para todos ellos no valen. Los “datos de la realidad” son los que ellos crean, construyen y divulgan como verdad única y omnipotente.

Sería un reto y una responsabilidad histórica si los académicos pueden demostrar quiénes no informaron y las causas para ello, pero no dejar sentada una mentira para justificar su inoperancia y algo más: no tienen empleados los fines de semana a tiempo completo para informar porque no les quieren pagar ni tampoco ven en ello un servicio sino un suma y resta de sus ganancias.

Y para que un aparato político mediático tenga sentido hay que aniquilar a ciertos personajes, tal como lo ordenan los manuales que se elaboran “bien al norte” y que pasando por Panamá llegan a Ecuador y se instalan en determinados burós de campaña, salas de redacción y en algunas oficinas de empresas muy “reconocidas”. Hay un afán muy claro de bombardear y aniquilar la imagen, el prestigio y la dignidad de algunas personas. No dejan a una sola y van a la caza de cada una de ellas con “sed de venganza”, destilando odio y con el peor veneno que circula por sus venas. Ni siquiera monseñor Mario Ruiz Navas se ha detenido en esto y su entrevista en un diario municipalista lo dice todo: pide transparencia desde un “altar” donde todos sabemos que para hacerlo hay que hablar con responsabilidad y no hacer de un “púlpito” una tarima política.

Entonces andan a la caza de personas, no de procesos o políticas. Para ello ya tienen bien identificados a algunos sobre quienes ha caído todo el peso del terremoto mediático, meses antes de que empiece la campaña. No les importa nada y podrían llegar a la violencia extrema si no fuera porque hay un Estado y unas instituciones.
Y no hay cómo decirles nada, ni pío. En su lógica perversa un funcionario público, por ejemplo, debe recibir ofensas, injurias y maltratos verbales porque así lo dictan las normas liberales. Es decir: un burócrata no tiene madre ni padre, dignidad ni respeto. Hay que aniquilarlo. Pero sobre todo porque, según ellos, ejercen y usan su libertad de expresión en un país que, según Freedom House, no la tiene.

Estos victimarios, perpetradores de todos los delitos contra la dignidad humana, usan una impunidad: el respaldo de unos “fonditos” y unas agencias internacionales, además del aparato de campaña presidencial montado por las élites económicas del Ecuador y otros países. La historia lo dirá a su tiempo y podremos saber quiénes sustentaron esta estrategia, como cuando se publicó ese famoso libro La CIA en Ecuador y supimos de qué modos se explotaban bombas y se acusaba a los izquierdistas, cómo se elaboraban noticias en una embajada y salían tal cual en esos periódicos libres e independientes. O quizá saldrán algún día unos “wikis” y veremos hasta dónde hubo verdaderos activistas, tuiteros y blogueros “independientes” y periodistas de determinados medios trabajando para un objetivo político concreto.

El terremoto mediático armado a partir de una tragedia no solo revela eso: hay un “espíritu de cuerpo” que no deja publicar, difundir o por lo menos comentar actos y hechos de funcionarios de agencias, de uno que otro municipio y supuestos miembros de la sociedad civil que con “fonditos” no solo esquilman a determinados gobiernos y ONG sino que enriquecen a supuestos líderes para luego sacar la plata a paraísos fiscales. Y gracias a todo ello es que graves denuncias se archivan en los medios privados y comerciales.

Ese terremoto también es el que revela el modo de entender la solidaridad: solo para la foto, la selfie y nada para el prójimo, mucho más si este es funcionario público. Y después de esto habrá que esperar el montaje de todos los supuestos negociados con las donaciones y un sinfín de “reportajes de investigación” salidos de un “cuarto de guerra” que ya estaba armado para la campaña electoral pero que hoy desarrolla su plan estratégico y aniquilar (simbólica y físicamente) a todo el que apoye a la Revolución Ciudadana. (O)

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