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El Telégrafo
Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

Las razones del Alabado seas que no cuadran en el Ecuador curuchupa

25 de junio de 2015

Todos aquellos que evocan ahora a la familia, como el pedestal supremo de la sociedad, se declaran católicos, muy curuchupas. Son los mismos que en estos días recorren las radios dando cátedra de moralismo. Y son también quienes colocan a Dios en todas sus oraciones para justificar la protesta en las calles, la ofensa al adversario, denigrar al pobre al tratar de defenderlo desde sus herencias y patrimonios (“Pobres siempre habrá”, escuché decir a cierto alcalde). Ninguno de ellos, estoy seguro, ha leído la encíclica de Francisco. Por lo menos, los medios privados que son parte de esa ‘casta’ no le dieron la importancia y, por lo tanto, no significó un elemento de reflexión en estos días de ‘fervor insurgente’. Claro, como el propio Papa dice en ese documento, vivimos “la globalización de la indiferencia”.

Ya hay quienes dicen, en privado, que este Papa “nos salió medio comunista”. También expresan su desconcierto con todas las posturas de modestia, humildad y recato. No les cabe que un ser ‘todopoderoso’ nos venga a decir que la inequidad es un pecado y que repartir la riqueza es un mandato divino. Y al mismo tiempo, en las calles y plazas, se invoca a Dios para defender el sistema más perverso creado por el hombre: el capitalismo más aberrante que hace más ricos a los ricos cuando hay terribles crisis económicas. (Revisen lo que dice la encíclica sobre el rol de los Estados en estos temas.)

Qué casualidad: justo cuando nos visita el Sumo Pontífice y emite la encíclica Alabado seas, en Ecuador (ese Ecuador que no deja de santiguarse hasta para ofender al otro y, como ocurrió en otros tiempos, desaparecer a los hermanos Restrepo y luego lavarse las manos) los poderosos apelan a la familia para defender sus riquezas.

Conozco a tantos católicos que están en contra de los ‘banderas negras’ y de la violencia con que insultan a los ‘sanducheros vagos’ y demás epítetos. Esos católicos, con quienes he hablado de la encíclica, hacen un enorme esfuerzo por una verdadera labor pastoral, pero también se enfrentan a sacerdotes y autoridades eclesiales que en Guayaquil, por ejemplo, acolitan a los poderosos de la ciudad. Hay blogs donde esa disputa ‘política’ es cada día más fuerte tras la publicación de la encíclica.

Entonces, ni siquiera esos ultraconservadores, a los que se unen ahora izquierdistas curuchupas, logran procesar o asimilar una reflexión sobre la distribución de la riqueza como un mandato de la Iglesia, de su papa Francisco, porque por encima de todo ello está la ambición y el poder absoluto. (¿Cuánta plata ha puesto la derecha en las marchas de la ‘izquierda’?)

Qué triste situación y hasta penoso estado de reflexión el que vivimos desde aquellos que miran el vacío político como el único escenario para regocijarse con sus más hepáticas necesidades personales. Desde aquellos blogs, medios y espacios de supuesto análisis político solo se vierte veneno e ironía, descalificación moral y ética al adversario como si nada. Los verbos ya solo son para denigrar y los adjetivos para acuchillar.

En ese escenario solo cabe el precipicio como meta y después que venga el siguiente para abrir otro más grande en pocos años.

Ecuador no cambió en eso (el ‘quechuchismo’ impera). Nos revelamos como seres cautivos por la inquina y la bronca perversa con tal de que a mí no me toquen y que el resto se joda. Igual con Lasso u otro, mañana harán lo mismo. (O)

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