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El Telégrafo
Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

La unidad de la derecha en 2017

22 de noviembre de 2015

Aunque suena a utopía es la gran oportunidad para la derecha ecuatoriana en todas sus facciones, colores, tendencia y hasta personalidades. Esperaban con ansia que Rafael Correa no se presentara a los comicios de 2017 y el sueño se ha cumplido ¿No fue así en 1984, con el Frente de Reconstrucción Nacional, que candidatizó a León Febres Cordero ante el peligro del “comunista” Rodrigo Borja, tras la desaparición de Jaime Roldós?       

Pero antes habría que preguntarse quién representa a la derecha ecuatoriana. ¿Guillermo Lasso, Andrés Páez o  Mauricio Rodas? ¿Ya no cuentan Jaime Nebot o Álvaro Noboa? ¿Tendrá su base en ciertas organizaciones indígenas, obreras, campesinas, empresariales, comerciales, mediáticas o intelectuales? ¿O esa derecha aspira a seguir el guión de Mauricio Macri, absorber el eslogan del Cambio y proponer la supuesta armonía multicolor?     

Hay quienes sostienen que ese grupo de líderes de la derecha por sí solo no alcanza a sumar los votos. Por eso piden “prestado” el trabajo de quienes se declaran de izquierda. ¿O qué es lo que hacen Lourdes Tibán, Martha Roldós, Paúl Carrasco, César Rodríguez, Auki Tituaña o Kléber Jiménez? Las encuestas, por lo menos hasta ahora, indican que si no se juntan todas esas figuras y organizaciones será difícil vencer al candidato del Movimiento Alianza PAIS.

Lo de fondo es saber para qué se uniría esa derecha y con base en qué programa económico y político. Porque en realidad, más allá de las figuras y el figuretismo, así como ocurre hoy con Argentina, el destino de Ecuador depende de los modelos políticos. La salida de Correa del escenario electoral conlleva una discusión de otra naturaleza. Y, por supuesto, un conjunto de decisiones donde las organizaciones políticas, desde ahora, se pregunten si de verdad quieren profundizar el cambio vivido esta casi última década.  

Si la derecha quiere unirse para afrontar el proceso electoral debería decirnos a todos los ecuatorianos si volverá a someter al Estado a los designios del capital y del mercado, a la cultura del consumo (que según Rodas es el vivir bien y no el buen vivir), a la preeminencia de los poderes fácticos, para sobrellevar políticas “públicas” determinadas por las cámaras de la producción y de comercio, etc.

Claro, como ya adelantó Lasso, si llegase al gobierno la derecha llamará a una consulta popular para, según él, derogar las enmiendas que seguramente aprobará en diciembre la Asamblea Nacional. Lo natural sería que convocara a un referéndum para jugarse por derogar la Constitución de Montecristi si tan convencido está de que todo lo malo que vivimos obedece a un modelo asentado y diseñado en la Constituyente de 2008.    

Solo una observación: la derecha contaría con todo el aparato mediático conservador y con ese que supuestamente  en algún momento fue progresista con tal de derogar la ley de comunicación y con ello volver a la misma lógica de presión, chantaje y hasta enriquecimiento, bajo el aval del Estado. Supuestamente con un gobierno de derecha tendríamos absoluta libertad de expresión y proliferarían los blogs, renacerían los medios cerrados, y los periodistas más libres e independientes escribirían con las manos libres (¿o llenas de dinero?). Eso es lo que aspiran ahora en Argentina esos bloques mediáticos poderosos.

De todos modos, la derecha ecuatoriana atraviesa más problemas que la de argentina, no se parece en nada a la colombiana y tiene más afinidades con la venezolana o brasileña. Y con eso, efectivamente, no ha podido consolidar una propuesta patriótica, soberana y sentida que incluya a nuestro país en un escenario de bienestar colectivo, sin inequidades ni pobreza. No se trata solo de políticas sociales, sino también de que, fundamentalmente, la derecha hasta ahora no le ha dicho a Ecuador qué tipo de industrialización requerimos, qué modelo productivo nos corresponde en medio de una globalización arrasadora.

Y los problemas de la derecha no son de orden ideológico precisamente, sino de disputas y hasta celos personales como los que dicen que hay entre Lasso y Nebot, Rodas y Páez, Tibán y Carrasco. ¿Cómo quiere Lasso ganar un proceso electoral en Guayaquil sin el apoyo de Nebot? ¿Qué hay entre los dos que Nebot ha dicho que Durán ya es lejos para él y con ello deja claro que su única trinchera, interés político y escenario electoral es su ciudad? ¿O sea que si alguien le pide apoyo para una candidatura nacional no recibirá ni un guiño y menos una tarima con su presencia?

Por lo pronto, la derecha nacional no cuenta con programa ni un liderazgo firme. En ese sentido tiene urgencias y problemas por resolver sin Correa como su adversario más temido. Claro, nadie dice que el actual mandatario ha dejado ya la política ni que su presencia sea menor. Al contrario, la derecha seguirá pensando cómo tumbarlo. (O)

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