La transparencia plena en los negocios de los medios de comunicación
08 de enero de 2015La venta del diario El Comercio al mexicano Remigio Ángel González trae de nuevo una discusión sobre la salud económica de los medios, en particular de los periódicos, pero sobre todo por qué ciertos empresarios adquieren ahora medios impresos, si se supone que ya no son un buen negocio.
Es posible imaginar varias respuestas, y la más obvia es que los adquieren por el poder simbólico y, por lo mismo, para estimular y garantizar otros negocios o emprendimientos. Si eso es así, dentro de esa lógica, ¿por qué la familia Mantilla no logró sostener el diario capitalino? ¿Qué hay detrás de la venta? ¿Solo se trata de un buen acuerdo para obtener un buen rédito para los socios y accionistas de ese medio?
Quienes quieren entender esa venta como resultado de una política gubernamental de supuesto acoso a los medios, solo ocultan algo que también está en el debate ‘silencioso’ de los empresarios de la comunicación del planeta: ya no es un negocio del que se pueden enorgullecer como la fuente de su patrimonio o enriquecimiento. Y acá en Ecuador, con mucha más razón, habrá que ser más sensatos para saber que todos los medios atraviesan, desde hace una década, por una crisis crónica. Por lo mismo, reducir aquello a un supuesto acoso oculta otras realidades y también abre otras perspectivas.
Incluso, un tema de fondo que no ha sido suficientemente abordado ni investigado es la realidad empresarial y accionaria de todos los medios, incluidos aquellos periódicos pequeños y emisoras de ciertas localidades. Sabemos que es de esos temas tabú, donde poner el dedo puede ocasionar que salten algunas verdades con ciertas implicaciones políticas.
Ahora corresponde mirar hasta dónde existe una absoluta transparencia en los negocios de los medios de comunicación, dada la importancia de su incidencia y poder de influencia en la sociedad, en el quehacer económico y en la disputa política. Claro, porque si mañana el señor González decide comprar más periódicos, canales o emisoras y se constituye, del modo que sea, en el poder oligopólico, ¿qué van a decir los actuales defensores de la libertad de expresión, de las libertades y de la lucha contra el Gobierno? ¿Van a ceder sus posturas supuestamente patrióticas a los encantadores y tentadores deseos de acumular fortuna?
Por lo que se oye y lee (en ciertos ‘tuits’ y conversaciones informales), la venta de El Comercio tiene preocupados a los empresarios ecuatorianos de la comunicación, quizá -o sobre todo- por la pérdida de influencia y de publicidad para sostener sus negocios (ni siquiera sus líneas editoriales). Y también preocupa hasta dónde ese diario capitalino va a perder o sostener esa supuesta independencia y cómo sus periodistas (casi todos militantes de oposición) actuarán frente a la responsabilidad pública de informar, criticar y hacer periodismo de calidad, si su dueño es conocido por una línea de banalidad y de no hacerse lío con los poderes políticos y económicos.
Si hay algo que requiere debate público y exposición mediática transparente es el negocio de los medios. Por el peso específico en la vida social y política del Ecuador, periódicos como El Comercio tienen la obligación de explicar a sus audiencias por qué vende a un empresario extranjero -según algunos- el patrimonio simbólico de la información de Quito.