Ahora ya no es la perpetuación en el poder, ahora es la semántica y las formas lo que ha llevado al bloque de poder en la oposición a envalentonarse políticamente. Según sus ideólogos y notarios (dígase de todos aquellos que con buen financiamiento externo crean blogs a millares surgir), de sus asambleístas y dirigentes gremiales, el problema no está en una atribución constitucional, sino en la semántica: no son enmiendas, son reformas; no es reelección, es totalitarismo; no es seguridad, es todo lo contrario; no es fiscalización, solo hacen falta juicios políticos y su respectivo show mediático.
Bueno, consideremos que la semántica es básica para entender una ideología o una conceptualización de la realidad. Y si fuese así, entonces, la consulta de 2011 no tuvo ninguna razón de ser y, por lo mismo, debió ser la Asamblea la que enmendara algunos artículos de la Constitución. Claro, en esa lógica solo se advierten unas debilidades políticas de ese bloque de poder en la oposición en función de la inconsistencia de sus argumentos, sobre todo por el grado de melodrama, moralismo y dramatismo con el que ahora ejercen la política, quizá por estar condimentada por el peso del influjo de la banalidad que imponen los tuiteros y las divas en las redes sociales.
Esta leve introducción solo sirve para pensar que tras la aprobación de las 15 enmiendas y sin Rafael Correa como candidato para 2017 entramos en una nueva etapa política, donde ese bloque de poder en la oposición no atina cómo configurar una propuesta programática y electoral unificada y seductora para el pueblo ecuatoriano. Si todo lo hacen desde esos libretos melodramáticos y moralistas, nuestro pueblo seguirá preocupado por la final de fútbol del campeonato nacional, el escándalo de la FIFA y la FEF, las fiestas de fin de año, el consumo, las telenovelas o, ¿por qué no?, la búsqueda de mejores oportunidades en el marco de las ya creadas por el proceso político de estos últimos nueve años.
Y es grave para la democracia que el bloque de poder en la oposición se sustente del peso mediático e ilustrado de los blogueros bien pagados y no del debate real de las instituciones políticas de la democracia. De hecho, algunos dirigentes políticos (sobre todo los que se declaraban socialdemócratas o aquellos liberales de folletín) esperaban que con solo tener a los medios y a los blogueros a sus pies y haciendo loas de sus opiniones era más que suficiente para consolidar una tendencia política con perspectivas de triunfo electoral inmediato (para ejemplo, bien cabe referir lo ocurrido con la figura y estatura política que le dieron al ¿liberal? Mauricio Rodas).
La semántica del bloque de poder de la oposición necesita un nuevo diccionario y quizá mejorar su ortografía. Más allá de la broma, es cierto: en ese conglomerado amorfo y disperso llamado oposición hay una serie de conceptos y definiciones semánticas que no cuadra con sus verdaderas aspiraciones, intereses y miradas. Y quizá ello explica también por qué tienen que acudir al melodrama como su mejor arma política. (O)