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El Telégrafo
Erika Sylva Charvet

La pesadilla de Lasso

04 de abril de 2017

En los últimos años hemos atestiguado en varios países latinoamericanos elecciones muy reñidas, como las de junio de 2016 en Perú, en las que Kuczynski se impuso a Fujimori por apenas el 0,25% de votos; o las presidenciales de Argentina de noviembre de 2016, en las que Macri superó a Scioli con el 2,8% de sufragios. En ambos casos, los(as) candidatos que perdieron reconocieron inmediatamente el triunfo del oponente.

No pasó lo mismo aquel 14 de abril de 2013 en Venezuela, en el que Capriles se negó a aceptar los resultados electorales que le daban el triunfo a Maduro con una diferencia del 1,59%, escrutado el 99,1% de los sufragios. Aquel exigió el recuento total de los votos, ‘uno a uno’, proclamó el ‘fraude’ electoral, exigió una auditoría íntegra del proceso y llamó al calentamiento de calles. Suena conocido, ¿no? Solo que tres días después las movilizaciones violentas culminaron con la muerte de siete ciudadanos.

En nuestro caso, la respuesta dada por la extrema derecha representada por el binomio Lasso-Páez ante el triunfo electoral del binomio Moreno-Glas este domingo 2 de abril, con el 2,3% de ventaja escrutado el 98,89% de los votos, se asemeja más a la desestabilizadora de Capriles que a la institucional de Scioli o Fujimori. Podría decirse que esta ha sido una ‘crónica anunciada’, antes incluso del 19-F, tornándose evidente a lo largo de la segunda vuelta.  

En efecto, la extrema derecha construyó su propio guion del triunfo electoral sobre la base del discurso del ‘fraude’, de la contratación de encuestadoras dispuestas a distorsionar la información, de medios de comunicación ventrílocuos y periodistas pagados por el banquero, así como de desplantes, amenazas y agresiones físicas y verbales a periodistas y a ciudadanos(as) de la tienda política contraria.

Como un calco de Capriles, Lasso ha pretendido desconocer los resultados electorales exigiendo un ‘reconteo de votos uno a uno’, impugnando ‘todo’ y llamando a ‘salir a las calles para defender la democracia’. Pretende que los(as) ecuatorianos(as) aceptemos poner por encima de la institucionalidad pública electoral su parafernalia privada, constituida por sus exit polls contratadas y sus medios de comunicación venales, porque fue sobre esa base -y no en la autoridad de los resultados oficiales- que eufórico se declaró ‘vencedor’ del balotaje. Y sobre esa base también está convocando a movilizaciones que ojalá no imiten los brutales procedimientos de la derecha venezolana a la que tanto admira.     

A estas alturas, Lasso sabe que perdió las elecciones. Pero seguirá con sus peligrosos berrinches ilegítimos con el único objetivo de restarle legitimidad al triunfo del binomio del pueblo y, por ende, tratar de sitiar desde ahora la gobernabilidad de la Revolución Ciudadana en su nueva etapa. Lo más probable, sin embargo, es que este sueño se le convierta en otra pesadilla. (O)

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