Quito tiene en su historia tres Manuelas que desafiaron al imperio español. Manuela Sáenz, fue la libertadora del libertador Simón Bolívar. Manuela Cañizares, fue protagonista del primer grito de la Independencia en 1809. Hoy hablaremos de Manuela Espejo, hermana de Eugenio Espejo. Pese a las limitaciones de entonces, que impedían la titulación de las mujeres en la universidad, accedió a las aulas y aprendió medicina. Eso la convierte en la primera enfermera con educación superior en Ecuador. En esa calidad, atendió gratuitamente a muchas personas pobres de su ciudad, junto a su hermano médico.
Manuela Espejo fue también la primera periodista, aunque oculta bajo un seudónimo, en el primer periódico ecuatoriano, Primicias de la Cultura de Quito, fundado por Eugenio Espejo. Allí reclamó mejor trato a las mujeres. En otros escritos, clandestinos y anónimos, proclamó la idea irreverente para la época de que la mujer era igual al hombre. Eso la hace acreedora al título de la primera feminista ecuatoriana. Con seguridad, su experiencia como periodista proyectó el sentido de educar a la gente, de difundir ideas políticas suscitadoras para provocar cambios en la mentalidad de la sociedad, de un Quito que iba preparándose para el camino de la independencia.
Aunque su vida personal fue intensa, como la de los grandes personajes, fue secundaria, en comparación con la huella que dejó su vida pública. Murió en 1829, a los 76 años. Una coincidencia curiosa es que el año que fallece Manuela Espejo nace Dolores Veintimilla, otra quiteña que sufrió mucho, solo por ser mujer y que también se enfrentó al poder. Manuela Espejo fue una de las principales heroínas de la independencia de Ecuador.
Hemos resumido la vida de Manuela Espejo, a propósito de la disposición gubernamental de colocar imágenes de personajes emblemáticos en las dependencias públicas que estén a cargo del Ejecutivo. Esta disposición, como es obvio, incluye a las escuelas y colegios. La campaña es impulsada por los ministerios de Cultura, Educación y la Secretaría Nacional de Comunicación.
Hay personajes históricos en todos los ámbitos de la vida de una sociedad, incluyendo mujeres y hombres: líderes, revolucionarios, maestros, artistas, científicos, políticos, médicos, artesanos y más. La historia, la literatura, libros y revistas, están llenos de personajes que han aportado a nuestra cultura y a nuestra forma de ser. Si no hay fotografías de esas personas o hay retratos muy pequeños, es hora de descubrir dibujantes en nuestro entorno.
Por ejemplo, la imagen de Leonidas Proaño quedaría muy bien en dependencias públicas. Claro que él nació en San Antonio de Ibarra, trabajó en forma intensa en Chimborazo y murió en Quito, pero como dice una canción: “porque no importa dónde se nace ni dónde se muere, sino dónde se lucha”. También se vería bien la imagen de Tránsito Amaguaña, el retrato de Luis Vargas Torres, y así con otros personajes de nuestra patria.
Porque el talento no está solo en el canto y la actuación, como se ve en la televisión. La idea es recuperar referentes, es decir, recuperar nuestras raíces, porque una sociedad sin raíces no da buenos frutos. (O)