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El Telégrafo
Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

La derecha está obligada a hacer unas primarias

31 de enero de 2016

La partidocracia volvió a mostrar su cara esta semana que concluye: los intereses particularistas, los acuerdos a espaldas de la gente, los pactos sin principios ni ideas. Todo ello se exhibió en las tomas de televisión, en las fotografías, memes, mensajes en las redes sociales, como una muestra clara de qué país tenemos todavía, de ese modo de hacer la política que no se ha desterrado.

La derecha -del color que se pinte- necesita de una base popular de apoyo y esperaba que Pachakutik (PK) hiciera ese trabajito. Y para eso pensaba contar con las bases de la Conaie. Creyó convocar a una reunión formal y respetuosa, dentro del cánon burgués, para decirle al país que había logrado lo imposible: juntar a los indígenas rebeldes con los conservadores ultraliberales para consolidar la candidatura presidencial de Guillermo Lasso.

Y hay que poner nombres y apellidos a este juego político que ha revelado más de lo que exhibe la prensa libre e independiente en sus páginas y sets: Salvador Quishpe, Fany Campos y Marcelino Chumpi desconocieron a sus bases, no las conocían, han perdido contacto con ellas, a pesar de todo lo que dicen constantemente de que solo deciden tras consultarlas. Y cada día están más cerca de todos los que sentaron en la mesa principal. Y ya sabemos qué ocurrió este miércoles 27 de enero, fecha clave para entender por qué el año electoral no se ha definido ni nadie puede cantar victoria en ese afán de ‘desmontar el correísmo’.

Como no pueden explicarse el fiasco sufrido ese día, ahora acusan a los indígenas, desde un hondo racismo, de malcriados, insolentes, maleducados e irrespetuosos con los ‘invitados’ de honor. Escuché en una radio a un supuesto periodista decir que ahí se reveló el atraso que todavía vive el país. ¿Si no había bulla y rechazo a la derecha habría sido la prueba de la madurez política y de esa falsa unidad posible entre dominadores y dominados?

Y ese mismo día también hubo otro elemento digno del análisis político urgente: en Radio Pública el expresidente de la Conaie, Humberto Cholango, señaló las pautas de lo que iba a pasar esa jornada. Para él, la derecha se quiere tomar por asalto el país y los dirigentes actuales de PK han traicionado el espíritu de su organización. Incluso, no negó la posibilidad de un acuerdo con PAIS, si se hace un programa de gobierno con base en las principales demandas de las comunidades indígenas.

Lo más grave de todo es que lo ocurrido ese miércoles sorprendió a muchos, porque hay un manejo mediático y político mentiroso, basado en las fotografías, en atender solo a los actores políticos que mienten y no cuentan sobre las hondas diferencias entre quienes solo sonríen ante las cámaras. Hasta ahora los analistas políticos y los entrevistadores de radio no saben por dónde surgieron esas bases de la Conaie para rechazar cualquier tipo de acuerdo con la derecha.

Cómo será de mentiroso el escenario político creado en los medios y por ciertos actores políticos, que Jaime Nebot, en el propio set de Ecuavisa, dejó mal parado al entrevistador Alfredo Pinoargote cuando le demostró que era falso aquello de que no invitó a Guillermo Lasso a conformar una unidad de la tendencia. ¿Todo lo que mostró Nebot no lo sabía Pinoargote? ¿Hasta dónde el deseo de los periodistas/actores políticos pesa más que la responsabilidad de informar sin intencionalidad proselitista?
Nos quisieron convencer de que las fotos entre Rodas, Carrasco y Nebot ya marcaban la pauta de lo que sería la unidad de la derecha a la cual se plegarían no solo Ramiro González, Paco Moncayo, los hermanos Gutiérrez, PK y la Conaie, sino también Guillermo Lasso y su combo.

Y bajo ese supuesto tendríamos un momento fervoroso para avizorar el retorno de la partidocracia al poder y con ello el regreso de la ‘absoluta democracia’ y ‘la plena libertad de expresión’.

¿No se parece mucho todo esto a lo que expresan a diario los tuiteros y blogueros en las redes sociales? ¿No son ellos los primeros engañados? ¿Los medios ‘libres e independientes’ no se sonrojan al dejar de lado el periodismo y no informar y/o investigar sobre las verdaderas condiciones y relaciones de la derecha?

Todo esto se parece en algo a lo que ocurre con la situación del invierno en las principales ciudades del país: no hay periodismo real y efectivo, los alcaldes no sienten el peso del famoso ‘contrapoder’ de la prensa y se olvidan de los vecinos y ciudadanos que con cada lluvia sienten el impacto de la ausencia de planificación, prevención y obras prioritarias. Hay un alcalde en particular que cae en picada en las encuestas y en la aprobación de la ciudadanía, pero el principal periódico capitalino y las revistas de farándula siguen hablando de las maravillas de Quito, grandes páginas con la moda de la ‘primera dama’, etc.

Volviendo entonces al escenario electoral: ¿hasta dónde podrá revertir este mal momento la derecha ecuatoriana? ¿Hay opciones reales de una unidad para forjar una candidatura presidencial unitaria? ¿Guillermo Lasso hará a un lado su deseo de llegar a Carondelet para ceder el paso a unas primarias, como ocurre en países capitalistas y liberales a los que tanto alaban y reconocen como los pilares de la democracia?

La derecha está obligada a hacer unas primarias y que en ellas exhiban sus postulados los candidatos, la fortaleza de sus organizaciones, que den la cara quienes están detrás de los grupos y financistas. Si eso ocurriese, verificaríamos la coherencia de quienes dicen, por un lado, que hay caudillismo, populismo y retraso porque solo gobierna una persona; y por otro, la realidad de los grupos económicos y oligárquicos que manejan a determinadas personas y potenciales candidatos a la Asamblea Nacional.

Si hubiese un proceso de primarias en la derecha, además, verificaríamos qué sectores indígenas, campesinos, estudiantiles, académicos y ambientalistas se unen a ese proceso. Si tanto demandan transparencia, debería haber primarias para competir con absoluta claridad y no hacerlo de espaldas a las bases. Si Enrique Ayala Mora y Paco Moncayo quieren liderar la oposición, deberían ponerse en la lista de competidores y disputar con Guillermo Lasso, Paúl Carrasco y Ramiro González la candidatura presidencial.

No pasa nada si por fin hay coherencia en la oposición ecuatoriana. Si odia el caudillismo y populismo, no debería repetir la misma fórmula a la hora de definir candidaturas y procesos de escogitamiento. Tampoco es difícil: si cada organización propone un candidato para la Presidencia y una lista abierta para la Asamblea Nacional, deberían hacer un gran congreso para votar por cada uno de los candidatos y definir transparentemente cómo quieren competir con la fórmula de PAIS.

Sería saludable que todas las organizaciones políticas pasen por este rasero. Lo que ocurrirá desde este lunes en Estados Unidos no es el paradigma, pero sí una buena señal de lo que genera un proceso democrático. Si PAIS hace lo mismo en su interior también generaría una oxigenación política profunda, más allá de contemplar las capacidades y oportunidades que da una figura política potente. La prueba de que Rafael Correa haya dirigido este proceso político con un fuerte liderazgo no habla mal de él, sino que explica cómo funciona nuestro país en este terreno.

De todos modos, la derecha tuvo su peor semana en muchos años. La prensa que le acolita también no sabía por dónde explicar lo que para ellos era motivo de regocijo antes de que ocurriera. Y para el análisis político queda claro que, hasta que las cosas no estén decididas, no hay cómo cantar victoria. Ni tampoco para las redes sociales, que se callan por las manifestaciones de rechazo por la presencia de Jaime Nebot en Quito, mientras cuando un reducido grupo de personas sale a las calles es motivo de regocijo.

Lo cierto, comprobado, es que en la semana anterior el llamado a la unidad pluricultural se hizo humo. Y si la derecha quiere unirse con las bases indígenas y con los rezagos de la partidocracia, no le queda más que hacer unas primarias, de cara a la gente y a la llamada opinión pública. (O)

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