Pocos aprendizajes y pedagogías. Muchas virulencias y demasiadas aventuras de pacotilla. Cálculos y amarres sin sentido. Cero ideologías, pero una ‘armonía’ sin color ni bandera. Víctimas sin victimarios y viceversa. Mártires antes de hora. Listas con héroes de barro. Y, para variar, una búsqueda incesante de ese salto al vacío.
Así se conforma y dibuja el panorama de esas acciones y políticas (sobre todo en las frenéticas redes sociales) que ahora tienen entusiasta a la oposición. Como si todo fuese manejado por la ‘mano invisible’ del vértigo o del mercado de oportunidades. Pero si en política nada es casual ni tampoco nada llega de la nada, bien valdría pensar que está desarrollándose el libreto de un proyecto tan bien estructurado que ni los propios actores, extras y personajes secundarios saben por dónde conducirse, ni de dónde sale tanta ‘iniciativa’.
Si la intención es dar ese salto al vacío, como se hizo (de un modo u otro, con intención o no) con las caídas presidenciales de la más reciente historia nacional, entonces parecería que estamos inscritos en la lógica de una supuesta tradición política para la más perversa ingobernabilidad, desestabilización y caos donde los únicos cosechadores (lo sabemos bien) son esos grupos de poder económico, entusiastas del capital y no del trabajo.
¿O es que con todo lo que ahora supuestamente se denuncia, defiende o consagra estamos abonando para más democracia o más garantías para los ciudadanos, para las capas pobres o para un entendimiento más racional y subjetivo de nuestras verdaderas metas y retos estratégicos como nación? ¿O, como ya dije antes en este espacio, mientras la izquierda calienta las calles la derecha cosecha en los hoteles?
No hay diferencia con ese pasado donde la llamada partidocracia organizó, puso el libreto y amasó el ‘rendimiento’ de la protesta social de entonces. Ahora, esos supuestos líderes del pasado, que estuvieron en todas las caídas (como ese exsupuesto dirigente sindical petrolero) planifican y organizan la misma estrategia, como si ‘el caldo de cultivo’ fuese el mismo. Y si algo ahora diferencia o pone un gramo de distinción es que esos mismos actores ya no tienen sangre en la cara para decirse de izquierda mientras pactan con la derecha. ¿O será que esa derecha se ha izquierdizado?
Vistas las cosas así parecería que a los ecuatorianos nos encanta hundir en el lodo lo que nos ha costado tanto construir, a veces con sangre y desinstitucionalización crónica. Nos pasó con la independencia de España, con la Revolución Alfarista, con la Gloriosa y con el llamado Retorno a la Democracia. Pero no es tan fácil ni tan simple llegar a esas conclusiones, porque en la práctica (como cierto historiador-rector gusta recitar) en todos esos acontecimientos siempre estuvo la derecha suscitando todas las acciones desestabilizadoras, bien agazapada en la supuesta defensa de las libertades, de la democracia y el libre mercado, con el apoyo ‘militante’ de esos desertores de los grupos emancipadores que revolucionan la misma historia.