En plena campaña para las elecciones de febrero/2017, despiertan las candidaturas que creen que el Estado no es sino una gran empresa que debe saber administrarse. Quiénes más que los banqueros o empresarios para hacerlo, porque, como lo dicen, han generado empleo (sus trabajadores), saben hacer negocios (sus inversiones) y generar “riqueza” (sus ganancias).
El Estado debe dedicarse a lo suyo, en lugar de entrometerse en lo que “corresponde” a la empresa privada. Cuando interviene, hace una “competencia desleal”. Los servicios públicos (salud, educación, seguridad social) bien pueden ser “atendidos” por la empresa privada. El “excesivo” gasto gubernamental resta recursos al “adelanto” del país en manos privadas. Los impuestos (el de rentas a la cabeza) quitan dinero a los negocios. El trabajo sujeto a leyes laborales aumenta costos e impide la “competencia” de las empresas. Las regulaciones sobre el mercado atentan a la “libertad” para comprar o vender.
Esos conceptos no pertenecen al empresariado moderno, capaz de comprender la economía y la sociedad. Son viejos, no nuevos. Se los utilizó con exuberancia durante la campaña que llevó a la presidencia a León Febres Cordero (1984-1988). No todos lo recuerdan.
La figura de Febres Cordero, auspiciada por el Partido Social Cristiano y levantada con el entusiasmo de todas las cámaras de la producción, se tenía como la encarnación de los “valores” de la empresa privada. Durante la campaña se anunciaba que ya mismo llegarían al poder los sabios en economía, en hacer riqueza y dar trabajo. La gente de “éxito”. Febres Cordero se lanzó contra el Gobierno anterior (O. Hurtado) porque dejaba una herencia “estatista” y hasta “comunista”; porque quedaba un país en “ruinas”.
De hecho, en respaldo de su candidatura se conformó el pomposo “Frente de reconstrucción nacional”.
Así es que los “hombres de empresa” llegaron al Gobierno y lo ejercitaron conforme sus valores y su estilo. Con el paso del tiempo, los serranos entraron en contradicción con los costeños y se desencantaron del Gobierno que tenían como paraíso, porque evidenciaron que el mundo de los negocios se había privilegiado para la Costa y específicamente para Guayaquil.
El testimonio documentado de todo eso lo dejó el expresidente Osvaldo Hurtado, cuando todavía no era el intelectual que hoy admiran las mismas derechas a las que él antes se refirió. Escribió dos textos sobre el febrescorderismo: “La dictadura civil” (1988); y “Política Democrática. Los últimos veinticinco años” (1990), en el que sintetiza la conducción económica de quienes ofrecieron “pan, techo y empleo”, los escandalosos casos de corrupción, la debacle institucional, el deterioro de las condiciones de vida y de trabajo de la población, la sistemática violación a la Constitución, las libertades y la democracia.
El “modelo empresarial” inaugurado por Febres Cordero, avanzó con los gobiernos posteriores y era hegemónico antes de 2007. Hoy vuelve a marcar los ideales de “cambio” de las candidaturas que, otra vez más, representan a los tradicionales banqueros y empresarios. (O)