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El Telégrafo
Samuele Mazzolini

¿Época de cambios o cambio de época?

14 de junio de 2016

Uno de los eslóganes más conocidos de la Revolución Ciudadana es que su advenimiento no ha conllevado ‘una época de cambios’ sino ‘un cambio de época’. Por más optimistas que queramos ser, sin embargo, hay que reconocer que, si bien el lema es particularmente feliz desde un punto de vista comunicacional, las cosas no han sido exactamente así.

Para entenderlo, haré referencia a la concepción de la temporalidad avanzada por Antonio Gramsci. Según el pensador y militante italiano, cada presente es atravesado por una variedad de tiempos. Para ser más precisos, existen dos formas temporales: por un lado tenemos la ‘temporalidad plural’, es decir el tiempo caracterizado por enfrentamientos continuos entre varios proyectos y cuyos desenlaces varían cada vez. Es la esfera de lo ocasional, de la crítica política de corto alcance, de los choques que, más o menos efímeramente, toman lugar en el día a día. La victoria de uno puede ser revertida por completo por la victoria de otro un momento después.

Por otro lado, en cambio, tenemos la  ‘temporalidad hegemónica’ o ‘temporalidad singular’, la cual consiste en un tiempo típicamente más largo y relativamente permanente, el cual ‘sobredetermina’ el campo de batalla en el cual las temporalidades plurales se dan lucha. Para usar otra definición, podríamos pensar a la temporalidad hegemónica como el espíritu de una época: aquí estamos claramente hablando de los procesos sociopolíticos de largo alcance que demuestran un cierto grado de estabilidad y que diseñan un perímetro dentro el cual se conduce el juego de la temporalidad plural. Ahora bien, el anillo de conjunción entre lo ocasional y lo permanente se da cuando una batalla en el contexto de la temporalidad plural transciende su campo y logra imponer una nueva temporalidad hegemónica.

¿Podemos pensar a la Revolución Ciudadana en términos de temporalidad plural o hegemónica? Como señalé más arriba, para poder hablar de temporalidad hegemónica es necesario un grado de estabilización, de permanencia. Además, debe involucrar una transformación significativa en una pluralidad de sitios del social; en otras palabras, debe involucrar la entera formación social y, de manera crucial, necesita permear el sujeto, el cual permanece sustancialmente indiferente a las solicitaciones que le llegan de la temporalidad plural, ya que tiene asimiladas una serie de coordenadas preverbales e implícitas que hacen su comportamiento y sus relaciones sociales coherentes con la temporalidad hegemónica. Hay aquí una dimensión de adecuación civilizatoria, moral y cultural, la cual exhibe un cierto grado de sedimentación. Me parece claramente que el caso de la Revolución Ciudadana no contempla estos aspectos en lo más mínimo.

Hay, sin duda, una variación sustancial en cuanto a la política pública. La promulgación de unas cuantas reformas progresistas  (aunque no en todos los sitios del social y no todas progresistas), sin embargo, no conlleva una trasformación global. Una prueba particularmente tajante es la propensión consumista del sujeto, evidenciada por la facilidad con las cuales las clases medias dejan de sentirse seducidas por la retórica del Gobierno. Otra es la relativa facilidad con la cual un eventual opositor podría deshacer gran parte de las políticas promulgadas por este Ejecutivo. En fin, para poder hablar de temporalidad hegemónica hace falta un diseño cultural y moral que ha estado notablemente ausente en la Revolución Ciudadana. (O)

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