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El Telégrafo
Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

El terrorismo de Ortiz

26 de noviembre de 2015

A costa de ejercer la libertad de expresión, un ‘académico’ llamado Andrés Ortiz Lemos ha destruido los conceptos, ha borrado la memoria y, por último, ha hecho una apología de la necesidad de un terrorismo de Estado. Un portal digital le ha dado espacio para botar veneno y revelar una escasa sapiencia política, además de exhibir una sobrada y hepática solvencia totalitaria. Por suerte obtuvo una respuesta de Natalia Sierra con conceptos que bien valdría la pena considerar en un debate más amplio.

Lo grave y penoso es hablar de estos asuntos a partir de escritos expuestos en un medio de comunicación que se precia de tolerante y hasta inteligente para abordar los temas complejos. Pero como está de moda echar pestes al terrorismo (condenable por donde se lo quiera ver) ahora califican de tal cualquier acción política. Ahí, como si nada, cabrían desde Rumiñahui, Abdón Calderón, Antonio José de Sucre, Simón Bolívar, Lenin, el ‘Che’ Guevara y cualquier luchador por la libertad. Como habrían cometido crímenes de guerra (de lesa humanidad le faltó decir) todos son una manga de terroristas y merecen la condena general, la horca y hasta el infierno.

Claro, ahora en los blogs se dice cualquier cosa, se injuria del modo más aberrante y hay que quedarse callado porque eso forma parte del ‘escrutinio público’ y del pleno ejercicio de la ‘libertad de expresión’. Pero el señor Ortiz adquiere el peor prestigio para sus alumnos y lectores al mezclar tiempos históricos, proyectos políticos dispares y mostrar una ligera capacidad de entender la historia y la Historia. Por eso es fácil meter en un solo saco todo y desde ahí juzgar a la insurgencia armada de América Latina, las razones y hasta los modos de actuar de los grupos armados del llamado Medio Oriente. ¿Qué sabe (y qué poco demuestra en su artículo) sobre el Estado Islámico? ¿Habrá leído alguna vez la Doctrina de Seguridad Nacional? ¿Revisó, antes de escupir, los tratados de historia sobre violencia política? No, lo importante era envenenar el debate público.

El terrorismo ha sido usado por determinadas hegemonías políticas, militares y económicas, no solo para estigmatizar a los movimientos sociales, populares y de izquierda de África, Asia, EE.UU., Europa y América Latina. Lo han usado también para justificar su terrorismo de Estado, el armamentismo y un encadenamiento mediático. Y gracias a ello ahora se confunde todo y adquiere categoría de lugar común hasta en el cerebro de quienes, se supone, como académicos, deben mirar con sentido crítico esa realidad y explicarla para bien de los lectores.

Con tachar de terrorista a cualquiera, ahora, en este siglo, en este mundo tan complejo, ese supuesto académico espera aplausos de los ejércitos de trolls de las redes sociales y de ese grupo intenso de neoconservadores que se nutre de todos los lugares comunes incrustados en su hipotálamo por parte del aparato mediático mundial y nacional. Y se llenará de aplausos y gozará de su propia ignorancia académica e histórica.

Quienes ejercimos la insurgencia en la década del ochenta nos equivocamos en mucho y también supimos del terrorismo de Estado en nuestra piel y en nuestras familias. Los delitos los pagamos con cárcel; bajo el amparo de la ley, nunca ejercimos venganza, y como no hay cadena perpetua, hemos seguido trabajando honestamente y luchando sin violencia para construir una democracia plena, sin terrorismo de ninguna clase. (O)

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