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El Telégrafo
Juan J. Paz y Miño C.

El mito del excesivo gasto público

14 de agosto de 2017

En un reciente artículo, Waldo Ansaldi (http://bit.ly/2wPiEiK) subraya la ausencia de la historia como fundamento para las ciencias sociales contemporáneas en América Latina. Tiene razón. Y en cuanto a la economía, esa realidad es aún más acentuada en Ecuador.

El neoliberalismo, sumado a la “teoría” económica de los centros capitalistas asimilada sin crítica, y todo ello bajo la hegemonía de las visiones económicas que tienen las élites dominantes en el país, han generalizado una serie de conceptos sin base histórica.

Predomina hoy la idea de que existe un gasto público “excesivo” y, por tanto, se apunta a que el mismo sea reducido, porque parece obvio que es el único camino a seguir. Esto es un mito histórico.

Durante el siglo XIX los recursos y capacidades del Estado eran raquíticos. Solo tres presidentes se interesaron por fortalecerlos: Vicente Rocafuerte, Gabriel García Moreno y Eloy Alfaro, que destacaron por las obras públicas y su interés en la educación. Despertaron serias resistencias de los hacendados. Sin embargo, no vencieron al sistema oligárquico, que bajo los supuestos de la “libertad privada”, hizo del Ecuador uno de los países más atrasados del continente.

Con la Revolución Juliana (1925) se inició la superación del régimen oligárquico, que recién con el “desarrollismo” de las décadas de 1960 y 1970 logró derrotarse, por el definitivo impulso que alcanzó el capitalismo local. Ese progreso, como lo han comprobado diversas investigaciones, tuvo como protagonista al Estado, bajo cuyo amparo creció la empresa privada. Es otro mito aquello del Estado “obeso” y “enemigo” de la empresa privada (consultar: http://bit.ly/2uvlWel).

Desde entonces, las burguesías ecuatorianas han resistido seriamente al rol económico del Estado, a los impuestos directos redistributivos de la riqueza, y a los derechos laborales. Hoy siguen abogando por la reducción del Estado, la supresión o alivio de los impuestos directos (rentas, herencias, patrimonio, plusvalías), y la flexibilidad laboral. Creen que todo ello afecta su “competitividad”.

Contrariando las creencias económicas comunes, en América Latina, con tantas herencias de inequidad, falta de institucionalidad y dominio de élites rentistas y sin criterios nacionales, solo los gobiernos que han comprendido la necesidad de fortalecer las capacidades estatales, han logrado modernización y, sobre todo, mejoras sociales. Al menos en Ecuador, las épocas de absoluto dominio privado, demuestran los peores logros sociales, como ocurrió a fines del siglo XX bajo el “modelo empresarial”, que potenció, en cambio, los negocios y la concentración de capitales.

El futuro requerirá cada vez de mayores gastos e inversiones públicas, porque no solo aumentará la población, sino que habrá que financiar educación pública gratuita, seguridad social universal, atención médica, infraestructuras, obras, etc. El problema no está en el “gasto” sino en los ingresos estatales, lo cual requerirá, entre otras medidas, elevar los impuestos directos a las capas ricas y poseedoras del capital. Y es esto lo que no quieren. (O)

 

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