¿Será verdad que en el bloque de la derecha no hay punto de encuentro para la conformación de un frente opositor desde ese lado ideológico? ¿Hasta dónde la rigidez de Guillermo Lasso y la tozudez de Jaime Nebot pueden constituir un obstáculo para los intereses y hasta entusiasmos de Paúl Carrasco o de Mauricio Rodas? Si esto fuese cierto, en ese sector habría dos frentes ‘muy unidos’. (¿O tendrá que venir Jaime Durán a resolver estas contradicciones y problemas ‘personales’?)
En el otro lado pasa algo parecido (y al mismo tiempo reitera una práctica política ecuatoriana cuando se trata de pensar en las elecciones): la izquierda no se sintoniza con sus propias demandas y se da vueltas alrededor de dos bloques electorales. Por un lado se habla de un frente que lo lideraría Enrique Ayala Mora, con base en ciertos movimientos sociales, gremiales o corporativos, y otro donde los hermanos Larrea buscan sumar aliados, sin importar la ubicación ideológica, con tal de que estén en contra de Rafael Correa.
Entonces, la oposición vuelve sobre el mismo sendero en el que ha navegado estos años: no considerar a la ciudadanía como su objeto de la política, para servirla, atenderla y solucionarle sus problemas fundamentales.
En la derecha no hay interés de construir un bloque político con un programa alternativo al que sustentó desde el retorno a la democracia en 1979. Por lo que dicen sus principales voceros, apenas dora sus discursos con algunos elementos sociales que los extrae de las conquistas alcanzadas durante estos últimos ocho años. Pero no va más allá de eso. Bastaría con leer a sus acólitos periodísticos y a sus ‘ideólogos’ más visibles para entender que no les interesa para nada una economía social de mercado, sino una economía bancaria y empresarial con alto rendimiento financiero.
En la izquierda ‘purista’ no hay acuerdo para defender y sostener la Constitución de Montecristi o para convocar a una Constituyente y hacer otra que modifique toda la estructura estatal y garantista actual. Los que creen en la Constitución vigente no saben cómo explicar a sus seguidores (y a los medios de derecha a los que van como a misa) por qué deberían sostenerla si es el sustento político y programático de la Revolución Ciudadana. Y los que quieren cambiarla (como es el deseo más fervoroso de Ayala Mora) no saben cómo van a convocar a una Constituyente si los argumentos que usan son los mismos de la derecha y supuestamente no van a ir de su mano para alcanzar ese propósito y otros de carácter jurídico.
En ese panorama -además- a los cuatro bloques de oposición les nace una barrera del tamaño de la Virgen de El Panecillo: tras el Informe a la Nación de este 24 de mayo, Correa y PAIS retoman la iniciativa política, se llenan de oxígeno político para afrontar lo que resta del año y colocan los andariveles por donde hablar de política sin mencionar la reelección ni el resto de enmiendas como un factor de perturbación para sus propios intereses electorales.
Por lo visto, el ‘animal político’ que es Rafael Correa se revela cuando revuelve todos los pronósticos de los opositores. Estos lo subestiman y hacen cálculos a partir de presupuestos endebles o sustentados desde pasiones hepáticas, antes que desde certezas o necesidades estratégicas. (O)