Desde mi experiencia como docente-investigador de la Universidad Nacional de Educación (UNAE) he buscado concienciar a mis estudiantes mediante enfoques ecopedagógicos que integran nuestras acciones humanas en los procesos de coevolución intersistémica de la naturaleza.
Al explicar que la matriz productiva del capitalismo ha causado un gran impacto ecológico en la Tierra, agotando los recursos y extinguiendo millones de especies, todos los estudiantes han dilucidado que la elección es nuestra. Los retos sociales, económicos, ambientales y espirituales que surgen en el siglo XXI están interrelacionados, por eso son una responsabilidad individual y colectiva muy importante.
En este sentido, la educación ambiental constituye una herramienta epistemológica fundamental en la formación humana, al crear condiciones de habitabilidad que sean saludables para la biosfera. Preservar y conservar la diversidad, la vitalidad y la belleza de la Pachamama es un deber sagrado. Considero que enfrentar los desafíos civilizatorios actuales requiere aprender a sentir-pensar-actuar en armonía con los procesos de coevolución de la naturaleza.
En mis clases he utilizado la perspectiva transdisciplinar y biomimética con la finalidad de resolver problemas humanos usando a la naturaleza como modelo, medida y mentor. El término biomímesis proviene del griego antiguo bios (vida), y mīmēsis (imitación). Este enfoque constituye una respuesta innovadora para proteger el medio ambiente y mejorar la calidad de vida mediante nuevos hábitos de consumo y producción sostenibles.
Después de 3.800 millones de años de evolución, la vida ha descubierto lo que funciona y perdura en el tiempo. La Revolución Biomimética inicia un período basado en lo que podemos aprender de la naturaleza, y no en lo que podemos extraer de ella para obtener materia prima. Obviamente, esta visión científica está en armonía con la cosmovisión de los pueblos indígenas, que comprenden el carácter sagrado de la naturaleza como una conexión espiritual. Por este motivo, la ciencia y la espiritualidad se integran y se complementan en la visión biomimética, con el fin de aplicar la sabiduría de la naturaleza en la economía, ingeniería, diseño, arquitectura, urbanismo, arte, industria, tecnología, política, educación, energía...
Al transversalizar los contenidos de las asignaturas con ejes ambientales e interculturales se reivindica una ‘pedagogía de la Tierra’ que reforme los métodos de enseñanza-aprendizaje de la escolarización formal e institucionalizada. Mientras que la lógica escolar se centra en el discurso, la lógica educativa lo hace en el proceso. Todas aquellas organizaciones educativas que procuren desarrollar experiencias de educación ambiental deben enfocarse en desenvolver vivencias que conciencien y sensibilicen a los estudiantes con su entorno social y ambiental, acorde a los derechos recogidos en la Constitución de 2008 y el Plan Nacional del Buen Vivir.
Por eso invito a los lectores a preguntarse: ¿Cuál es el papel de la educación ambiental para abolir el colapso ecológico y civilizatorio? ¿Cómo puede contribuir el Plan Nacional de Educación Ambiental a lograr los objetivos del Plan Nacional del Buen Vivir? ¿Cuál sería el impacto de crear una maestría en Educación Ambiental y Biomimética en Ecuador? (O)