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El Telégrafo
Pedro Bieger

Ecuador: los dilemas de la segunda vuelta

26 de febrero de 2017

En las recientes elecciones presidenciales en Ecuador el candidato de Alianza PAIS obtuvo un millón de votos más que CREO, liderado por el banquero Guillermo Lasso. También consiguió la mayoría en la Asamblea Nacional y un contundente apoyo en una consulta popular para evitar que los funcionarios públicos puedan tener dinero en paraísos fiscales.

Sin embargo, el domingo 19, en la noche, cuando uno recorría la ciudad de Quito se podía percibir que festejaban los vencidos, y los vencedores se replegaban tristes en vez de salir a festejar. ¿Cómo se explica esta situación?

En el sistema electoral ecuatoriano, un candidato puede triunfar si alcanza el 40% de los votos y una diferencia de 10 puntos de su más inmediato perseguidor. En la noche del domingo, escrutado más del 80% de los votos, el candidato de Alianza PAIS —Lenín Moreno— estaba muy cerca de alcanzar el 40% que le permitía ser electo presidente sin necesidad de una segunda vuelta. Pero estar muy cerca no es sinónimo de alcanzar la meta. En cambio, el candidato opositor, el banquero Guillermo Lasso, se apresuró a sentenciar que habría segunda vuelta y que él la ganaría, y que cualquier otro escenario sería producto del fraude. En una elección una tendencia es irreversible cuando la diferencia entre los candidatos es tal que no se puede modificar ni siquiera contando hasta el último voto. Sin embargo, en procesos electorales en los que se puede vencer por la mínima diferencia es peligroso y arriesgado apresurarse a dictar un veredicto que —por lo general— responde a una maniobra política.
La historia nos brinda ejemplos de ciudadanos que se fueron a acostar con la seguridad de que un candidato había triunfado al cierre de las urnas y a la mañana siguiente se despertaron con un resultado diferente. ¿Por qué en la sede de Alianza PAIS había consternación y caras largas cuando sabían que tendrían más de un millón de votos de diferencia a su favor? Por 2 motivos. Por un lado, porque el eje de la campaña electoral fue conseguir más del 40% de los votos. Por otro lado, y combinado con lo anterior, porque una gran parte de sus adherentes ha sido permeable al discurso opositor de que en una segunda vuelta el triunfo de Lasso es inevitable.

Poco le importó a Lasso recibir un millón de votos menos o que Alianza PAIS consiguiera la mayoría en la Asamblea Nacional. Estaba convencido, y aún lo está, de que en la segunda vuelta el triunfo es suyo. En Ecuador los sectores opositores han logrado construir un ‘sentido común’ de que Alianza PAIS indefectiblemente perderá en la segunda vuelta del 2 de abril.

La ‘aritmética’ simplista de este razonamiento es que 60% de la población votó ‘contra’ la continuidad del proyecto de Rafael Correa. Sin embargo, si uno se deja llevar por esta lógica formal podría decirse también que 70% votó ‘contra’ el banquero Guillermo Lasso.

El voto a favor o en contra de un candidato tiene múltiples variables en cualquier país, y por lo general donde hay un escenario de una posible segunda vuelta los electores se sienten más libres para votar por alguno de los tantos candidatos que se presentan; en este caso, 8. Pero la experiencia indica que un balotaje es muy diferente a una elección con varios candidatos porque es uno contra uno. A todo o nada.

De manera muy hábil, la oposición diseñó una estrategia comunicacional que afirmaba de manera contundente que habría segunda vuelta y que cualquier otro escenario era impensable o producto del fraude. Por esta razón la misma noche del domingo, cuando todavía no estaban los resultados finales y el presidente Rafael Correa y el candidato Lenín Moreno tomaron como referencia los exit polls que los daban ganadores con más del 40% de los votos, los simpatizantes de Lasso convocaron a movilizarse frente al Consejo Nacional Electoral para denunciar un fraude.

Según ellos, Lenín Moreno solo podía triunfar si había fraude. Es notable la semejanza entre el discurso de Guillermo Lasso y el de los sectores opositores en Venezuela que insisten hace años que el chavismo está acabado y que el 80% de la población está en su contra; aunque el chavismo ha ganado todas las elecciones presidenciales desde 1998. La oposición en Venezuela durante años construyó un sentido común que todos sus partidarios respaldan de manera casi fanática, de que el 80% de la población está en contra del chavismo y la única manera que tiene de triunfar es a través del ‘fraude’.

En esta lógica poco importan los números ni los votos obtenidos, ya que se ha sentenciado que si se pierde es porque hay fraude. Esta lógica es aplicable a la última elección en Ecuador porque antes mismo de la votación los sectores opositores aseguraban que habría segunda vuelta. Sin embargo, ¿cómo se puede anticipar con seguridad un resultado antes de votar? En algunos casos es posible plantearlo si una fuerza política ha construido una hegemonía abrumadora como sucedió durante varios años con Rafael Correa que superaba ampliamente el 50% de los votos, algo bastante inusual en América Latina y en el mismo Ecuador. Vale la pena recordar algunos datos. En 2000 Lucio Gutiérrez obtuvo el primer lugar con el 20% de los votos y enfrentó en segunda vuelta a Álvaro Noboa que había obtenido en la primera el 17%. (O)

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