En el Día del Trabajador, utilizo el femenino, no el genérico universal, para referirme a la mujer trabajadora, urbana, rural, indígena, campesina, empleada doméstica, recicladora etc. Por androcentrismo en el lenguaje, hay quienes recurren al símbolo arroba @ o a la letra X para asegurarse de que se incluye a la mujer. “Sexismo lingüístico” en debate.
Hoy me detengo ante una lamentable realidad: todavía la causa de la mujer trabajadora no avanza a la par con la del varón trabajador, como es de esperar, si se enfocara y analizara su problemática específicamente, no como resultado de lo que avance la causa del varón trabajador.
Lo demuestran los indicadores laborales de la encuesta del INEC de Empleo, Subempleo y Desempleo hasta marzo de 2017, que revelan diferencias estadísticamente significativas en las tasas de ambos géneros, si bien, altas, con respecto a hace 10 años:
Ingreso laboral promedio de un hombre con empleo: $354,69, el de una mujer con empleo: $277,08. Hay que hacer algo contundente o esperar a que la brecha se cierre en 2187, como se calcula a nivel mundial.
Tasa de empleo, adecuado, pleno: 45,3% hombres, 29,5 % mujeres. Tasa de subempleo: 22,7% hombres y 19,5% mujeres. Tasa de desempleo: 3,6% hombres, 5% mujeres. ¡Sin embargo, la mujer demostró su capacidad laboral, reemplazando al hombre productivo, durante la II Guerra Mundial!
El Día Internacional de los Trabajadores, o Día del Trabajo, que se conmemoró ayer, es un día de reivindicaciones laborales y sociales por parte del movimiento obrero mundial y de la mujer trabajadora.
En el Ecuador, el 1° de mayo se conmemoró por primera vez en 1911, por iniciativa de la Asociación de Abastecedores del Mercado de Guayaquil; el presidente Leonidas Plaza Gutiérrez, mediante decreto, lo declaró día feriado desde 1915, como lo recuerda el historiador Juan Paz y Miño. El primer logro fue al año siguiente con el decreto de la jornada de ocho horas de trabajo, que antes era de 12 a 16, aunque costó larga lucha hacerlo cumplir. Hubo mucha represión de las luchas obreras, especialmente la del 15 de noviembre de 1922 con numerosos muertos, incluidas mujeres.
Justo es reconocer que, gracias a la Constitución de 2008, se han logrado avances en los derechos laborales, particularmente, por acabar con la flexibilización del trabajo por hora y la tercerización. Juan Paz y Miño precisa: “en los últimos seis años, bajo el marco de la nueva institucionalidad, que sustenta democracia, libertades y derechos, las políticas gubernamentales han logrado sustanciales mejoras sociales y laborales, reconocidas por las entidades internacionales más serias como Cepal y la ONU”.
Pero, queda mucho por hacer, como lo reconoce el mismo Gobierno.
Por el bien de la mujer trabajadora, podría ser útil que tuviera su día propio de reflexión y evaluación sobre sus derechos laborales, hasta que se logre igualdad con el hombre, no solo en cuanto a remuneración por trabajo equivalente, sino en las demás desigualdades debidas al machismo. (O)