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El Telégrafo

'Despacito' y el efecto mariposa

27 de julio de 2017

Hace medio año me di a la aventura de buscar en la marejada de internet la mejor versión de ‘Desafinado’, el tema de Tom Jobim y letra de Newton Mendonça, que alude a las críticas que en ese momento se hacían al bossa nova. De Gael Costa a João Gilberto, de Ella Fitzgerald a Andrea Motis, de Toquinho… Me quedé con la interpretación de Eliane Elias, con un espléndido solo de batería con escobillas. El número de visitas: 24.714, hasta ayer. Obviamente, es un gusto personal: “Tú con tu música olvidaste lo principal / que en el pecho de los desafinados / también late un corazón”.

Del otro lado, están las preferencias mundiales. 2.796’981.218 visitas en YouTube tiene el tema ‘Despacito’, de Luis Fonsi, junto a Daddy Yankee: “Déjame sobrepasar tus zonas de peligro…”. ¿Qué significan estas cifras? Pido a Carolina Córdova, paisana candidata a un PhD en Norteamérica, que dé luces a este artículo. Bien, la población del planeta es de 7.520’557.500, así que el 37 por ciento ha visto el video (casi cuatro de cada diez humanos). De yapa, me cuenta que la Novena sinfonía de Beethoven la han escuchado 79’241.723 personas en una de sus versiones. Esto es el 1 por ciento, aunque a 11.695 no les gusta.

Curioso, la versión original del hit ‘Macarena’ tiene 20 millones de visitas, lo que ‘Despacito’ lo logra en un día, solo superado por la canción de la película Rápidos y Furiosos, de Wiz Khalifa, de 2015. Además, ‘Lambada’, de 1989, es como cinco días del tema del boricua. Bueno, ‘Gangnam Style’, el hit de 2012, solo tiene 100 millones de antiguos seguidores.

¿Cómo entender este fenómeno? Comprobar que la ‘aldea global’, que postulaba Marshall McLuhan, es una realidad. Lo otro, está en el libro Apocalípticos e integrados, de Umberto Eco, donde dice que la cultura de masas no es típica de un régimen capitalista. “Nace en una sociedad en que la masa de ciudadanos participa con igualdad de derechos en la vida pública, en el consumo, en el disfrute de las comunicaciones...”. Néstor García Canclini, en Culturas híbridas, advierte sobre los empresarios de la cultura. Aparece la voz de Ernesto Sabato para decir que vivimos un mundo cosificado y corrompido por un arte de bazar barato, por culpa de una pésima universidad. Y, claro, la banalización de la cultura y la imposición del gusto mediático, en el lenguaje de ahora.

Dirán que Fonsi traicionó los orígenes del reggaetón, con sus letras de denuncia en los barrios marginales de Puerto Rico, para volver a los estereotipos de la sensualidad de lo latino, pero él hace fusión, como la prestigiosa coautora Erika Ender.

Hay un fenómeno nuevo: la diversidad de versiones de ‘Despacito’ en muchos sitios del orbe (en los últimos sanjuanes, en Otavalo, incluyeron el texto “vamos zapateando, poquito a poquito”). Es lo ‘glocal’ (lo global y lo local) que literalmente licúa ‘pasito a pasito’ y se apropia de una expresión cultural para darle otro sentido.

‘Despacito’ es una canción de verano, y tal vez marque para siempre a Fonsi. Es el precio de la sobreexposición de las redes y del efecto mariposa ante ese vértigo. Por eso, ‘Desafinado’, tras medio siglo, sobrevive. (O)

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