Ya no es extraño que el socialcristiano Luis Fernando Torres haga migas con el socialista Enrique Ayala Mora. Mucho menos que el extrotskista, Fernando Villavicencio, se deslumbre con el exbanquero Guillermo Lasso, o que Lourdes Tibán se codee y celebre su matrimonio con altos dirigentes y legisladores socialcristianos, líderes de CREOy la élite mediática privada. En el paisaje político ecuatoriano esta postal es cotidiana, multicolor, de un hondo sentido armonioso que no deja claridad en las fronteras ideológicas y que se presta a todas las dudas.
¿Qué ha pasado para llegar a esto? ¿Se acabaron las ideologías? ¿La necesidad de una armonía política para ‘enfrentar a un solo enemigo común’ (como explica Tibán) nos lleva a abandonar ciertas doctrinas y a bloquear la memoria?
Yo creo que eso pasa por otras movilizaciones ideológicas y expresiones políticas muy claras, pero que ni esos mismos actores y también desde el gobierno quieren ver para configurar un escenario democrático más allá de ciertos personalismos. Y para nada hay cómo comparar lo que algunos toman como ejemplo para acabar con las diferencias, cuando citan la reunión entre Raúl Castro y Barack Obama o entre las FARC y los altos comisionados de Juan Manuel Santos.
En primer lugar las mismas definiciones de derecha e izquierda no han variado, por más que algunos, como Mauricio Rodas, quieran elaborar una nueva teoría al respecto. La izquierda históricamente está determinada por la construcción de un socialismo que supere en todos los sentidos (económico, cultural, social y político) al capitalismo. La derecha no renunciará a su sistema económico porque el capitalismo es su razón de ser, para reproducir sus tradiciones y patrimonios. Por eso es difícil entender a plenitud a aquello que se denomina ‘centro’ o a la socialdemocracia como la distinción semántico-política entre izquierdas y derechas.
En concreto: esas derechas e izquierdas, por separado, no han logrado derrotar el proyecto político en el Gobierno desde hace ocho años. Se unen para ese propósito, porque no encuentran otra forma de sumar, desgastar o minar las columnas vertebrales del llamado correísmo. Y, por supuesto, lo hacen en el más craso escenario electoral; ni siquiera han coincidido del todo en lo fundamental para una construcción estratégica que cambie el modelo. ¿Por eso el silencio casi sospechoso de Montecristi Vive? ¿Cómo se entiende que el socialista Ayala Mora abogue por otra Constitución, y Alberto Acosta defienda la actual casi como a la Biblia?
Cuando la izquierda necesita de la derecha (hay varios ejemplos en la historia del Ecuador) las consecuencias son nefastas no solo para esa izquierda sino para el movimiento social, la base del desarrollo de todas las transformaciones. Y cuando la necesita es porque revela su incapacidad para hacer los cambios en una orientación anticapitalista, revolucionaria y por encima de ese prurito de la armonía y el consenso. Si no, revisemos ahora los años 1912 y 1945 para entender esos porqués.