Las campañas sucias, en fases electorales, no nacieron con las redes sociales pero a través de su instrumentalización en tiempo real han adquirido un grado de influjo que da pavor. Hay personas que creen que una mentira o rumor colocados en la red afectan inevitablemente a un candidato y menoscaban el favoritismo ciudadano. Yo pienso que es al revés, pues el principal afectado no es el personaje que busca ganar votantes, sino que el burlado es el público virtual que recibe -con creatividad comunicacional o sin ella- mensajes falsos en un espacio que anhela suplantar la realidad manoseando la sensibilidad de los grupos en-redados.
Por supuesto, no es que un candidato no sea dañado en alguna proporción, sin embargo los consumidores de redes entran en una lógica que también los arruina y degrada; porque buscan influir en otros grupos de consumidores de redes y crear una cadena de gente asustada, asqueada, enfurecida, es decir, gentes frágiles a quienes es posible transferir hacia un lado u otro y empujarlas a tomar una decisión en un tiempo relativamente corto, es decir, un tiempo emocional clave que dura, por lo general, unas pocas horas previas a las elecciones.
Es evidente que las redes sociales y las web ofrecidas al periodismo dúctil -que remplazaron a los antiguos medios- aplican el arte del conductismo virtual y turban el ánimo de los internautas (aunque sea de modo coyuntural). Tanto, que la eficacia de una red como Facebook tiene una función en sus usuarios y Twitter otra; pero ambas se complementan y desfogan el lado primario y, a veces, el lado ansioso o aspiracional del público virtual; porque como nunca la subjetividad y, en muy pocas ocasiones, la racionalidad, gestiona los valores o deseos de quienes hallan en la hiperrealidad de las redes una forma de vivir la libertad de expresión.
Pero ningún análisis va a evitar que la campaña sucia virtual se agote, pues existen otras modalidades de campaña sucia maquilladas de independencia. Y es que el escenario político actual ha sido armado por dos factores: 1) por los resultados de la primera vuelta; y, 2) por la posición que la mayoría de medios privados (impresos y televisivos) adoptaron desde las 5 de la tarde del 19 de febrero.
Sin empacho esos medios le apuestan al candidato banquero y re-crean desgracias sociales para intentar demostrar que el país sufre la peor crisis de su historia. Ergo, ellos también hacen campaña sucia. Es obvio que tienen otros públicos y otras pasiones/intereses, pero el fin es el mismo: legitimar la hiperrealidad de las redes con datos o testimonios -de una parte de la situación social- finamente escogidos en reportajes y videos, o sea, operan acoplados a un objetivo: intervenir en la subjetividad del votante y sembrarle hartazgo.
Si en la primera vuelta Lenín Moreno tuvo que soportar la oposición de siete candidatos alineados por el odio, hoy está sufriendo la oposición de unos medios que asumen un rol político. Porque preferir solapadamente a un candidato también es campaña sucia. Si lo quieren hacer, que lo digan, que lo transparenten y no lo tapen con el cuento de la imparcialidad y la independencia. (O)