La semana anterior, en el medio escrito de mayor pedigrí del puerto, en relación a los hechos del putsch mediático en Brasil, varios columnistas, recurriendo a formas alevosas de opinión, intentan justificar el golpe de Estado en ciernes en esa hermana nación. Repiten libretos made in CIA, que sustentan la estrategia comunicacional de debilitar y desestabilizar a gobiernos progresistas y no dependientes de las políticas de la potencia del Norte. Tácticas que se generan en serie, tanto para las cadenas de Radio, TV privadas y algunas públicas, como RTE, TVN, cuanto para la prensa escrita, sean revistas, periódicos, cuyo sonsonete de titulares sucesos diagramado bajo el mismo diapasón mezquino de acusar a unos, pero ocultar a grandes culpables de la corrupción. En el caso de Brasil, al titular de la cámara de diputados, Cunha; a Neves, el candidato vencido, y su mentor Cardoso. El diario guayaquileño, donde escriben estas personas, no desconoce el hecho vil y comprobado de que uno de ellos fue oleado por Chevron, acción que moralmente lo descalifica en  aquellas afirmaciones antojadizas sobre el problema de Petrobras, vertidas en su escrito de marras, donde se hace gala de la hipocresía del aplauso sobre la mesa y el puntapié debajo de ella. Así, entonces, se acude a la falacia, para acusar a Lula, y se satiriza  su origen social. El líder brasileño, que de lustrabotas llegó a presidente de esa gran republica, que como obrero metalúrgico enfrentó prisión y tortura durante la tiranía militar que asoló a la patria de Jorge Amado y Oscar Niemeyer, merece el mayor de los respetos. El concepto del conductor popular, para estos caballeros y dama de eternas dudas y de la elución permanente, que editorializan en contra de los héroes del pueblo, tiene el sello del discrimen y la futilidad. Para ellos, los betuneros solo son dignos de estar en monolitos de gusto vago en alguna calle de la urbe. Los que lo calumnian, como el proletario que se mareó con el poder y se enriqueció, cometen el pecado capital de tergiversar la verdad. Y es que, en su existir en lo público y privado, Lula ha sido y es de honradez sin tacha. Además de ser el primer presidente que logró que en cada hogar de Brasil more la cotidianidad del pan. Así, cambió de modo orgánico  la institucionalidad en esa patria donde la inequidad, la injusticia
-como sucede todavía en tierras del subdesarrollo- eran casi eternas, insuperables, pero que él logró enfrentar con eficiencia.

En nada dudoso paralelismo, otros articulistas del órgano periodístico, el mismo día y en siguientes entregas, arremete de modo mendaz contra Lula da Silva, tratando de incluir diversas realidades políticas y sociales de América en un mismo saco, prodigando argumentos escolásticos, con malas artes propias de los embustes del neoliberalismo,  de aquellos que proclamaron el fin de la historia cuando esta, al poco tiempo, le propinó un golpe de narices. Así entonces es  falso lo que con tanta desfachatez sustentan, como el despilfarro en Ecuador. La inversión pública no solo nos enriquece, ya que la construcción de redes viales sustanciales: hidroeléctricas, puertos, aeropuertos, educación salud seguridad para todos, lograda en menos de una década, que da trabajo, bienestar a millones de personas está edificando la infraestructura fundamental para la nueva matriz productiva. Y además nos ubica en un futuro luminoso a corto plazo. No puede ser, por tanto, denostada la obra de gobierno con tanta ruindad por felipillos que no admiten la doctrina social o el progreso del pueblo. Yo quiero pensar que el infortunio intelectual de quienes, como ellos, se debaten entre la subjetividad, la pasión circunstancial de rivales partidistas, obstinados en vivir en el pasado que no superan la voluntad del análisis lógico, será transitoria, y aspiro a que su obnubilación sea efímera. (O)