La población mundial que para el año 1800, contaba con mil millones de personas. Para los años 2000 ha sobrepasado los siete mil millones. Es decir se ha multiplicado por siete las necesidades de la producción de alimentos.

A esta situación como advertencia hay que añadir el supuesto que hasta la presente hemos consumido un tercio de los recursos naturales renovables que teníamos para obtener los indicados alimentos, y que existen países que para complementar sus hábitos consumistas necesitarían de los recursos de tres planetas similares al que tenemos.

En este escenario la agricultura constituye la actividad humana primordial para la obtención de alimentos. Tarea dentro de la cual nuestro país históricamente ha venido estableciendo su desarrollo, demostrando no obstante sus limitaciones y la solidez de su propuesta, pudiéndolo atestiguar con su contribución para mantener el equilibrio económico de la balanza de pagos durante la actual crisis petrolera y el mantenimiento de la seguridad alimentaria. Esto último gracias al esfuerzo del pequeño productor.

La crisis petrolera ha destacado la importancia económica de los productos de exportación agrícola, pero también nos ha mostrado sus falencias. La lista de los principales cultivos agrícolas sujetos de exportación es muy corta. Encabezada por el banano, producto perecedero, así como las flores; luego tenemos el cacao y café, cuyos promedios de producción son bajos en comparación con sus competidores. No contamos con grandes producciones de cultivos estratégicos como: soya, maíz, arroz, trigo y nuestra capacidad de almacenamiento para estos son reducidos, afrontando serios problemas cuando aumenta la producción.

La ubicación geográfica de nuestro país en los trópicos con suficiente agua y un clima favorable en las zonas de producción de agrícola favorece la diversificación de los cultivos sin embargo nuestra oferta al mercado es limitada.

Para intentar solucionar los problemas anteriormente indicados generalmente invocamos a la llamada “Tecnificación agrícola” cuando probablemente la solución está en establecer una política agrícola de Estado, que formen parte de las estrategias centrales del país y se mantengan sin variar a pesar del color político-ideológico del Gobierno de turno, estableciendo políticas de largo plazo que empiecen por reconocer el valor de nuestros recursos naturales renovables y su producción sustentable, observando los umbrales de resiliencia a los cuales debe responder nuestra investigación y capacitación científica. La organización de los agricultores y niveles de tecnificación, entendiendo que la tecnificación es una herramienta para lograr el desarrollo.

La tecnificación agrícola es indispensable y es la respuesta inteligente a la potencial crisis alimentaria del planeta, pero debe estar sujeta a la realidad social donde esta va a ser aplicada para lo cual es necesario la organización de los agricultores y el reconocimiento de los diferentes estratos económicos existentes, lo cual trataremos próximamente. (O)