Un tuitero de ‘alcurnia’ no cesa de convocar a la violencia, al acto de mayor intolerancia, como ocurría en los buses y restaurantes de EE.UU. con los negros: botar a todo correísta de los restaurantes, bares y locales donde los ‘pelucones’ se creen exclusivos, únicos y hegemónicos. Y tiene muchos seguidores entusiastas en aplaudir -sin reflexión alguna- esa convocatoria y, por poco, aniquilar a todo lo que huela a Revolución Ciudadana. No son ajenos de ese entusiasmo algunos que se autocalifican de izquierda, revolucionarios y ecologistas.
¿Por qué lo hacen? ¿Por puro odio y venganza? ¿De dónde sale ese acto de esencia violenta? ¿De un supuesto revanchismo, camuflado de pluralidad y con un tufo a ‘poner en orden a estos longos que se atreven a impedir nuestra comodidad y riqueza bien habida’?
Pues sí, a eso y mucho más huele todo esto. Y no es nuevo, salvo que ahora se llegó a su expresión más burda e intolerante. En su momento lo hicieron con Abdalá Bucaram. Se sentían afectados en su honra porque la ‘chusma’ lo eligió. En Quito algo parecido ocurrió con el alcalde Gustavo Herdoíza. Les dolió en el alma que un hombre popular, sin fortuna ni herencias, estuviera al frente de la capital. Igual le hicieron a Augusto Barrera. Y, por qué no, también se sintieron igual (sumados algunos generales) cuando un coronel llamado Lucio Gutiérrez llegó a la Presidencia. Somos una sociedad racista, xenófoba y excluyente porque los adinerados y perfumados no aceptan que nadie los represente que no sea de su clase.
En otras palabras: les gusta que sus ‘empleados’ hagan lo que ellos piensan. No les agrada que otros sean sus empleadores o mandatarios. Por ejemplo, para ser director de un periódico había que ser hijo de una familia potentada, caso contrario ningún periodista humilde que haya estudiado periodismo en una universidad pública ecuatoriana llegaría a ese cargo. Y así ocurre con otros cargos. Aceptaban que vayan legisladores de otras etnias o clases sociales, pero quienes mandaban en ellos y hacían leyes eran los poderosos a través de sus enviados.
Ahora se han revelado en su real condición y aúpan un acto violento y piden que se lo haga en nombre de la libertad, el respeto y la democracia. ¿Quieren que los ‘correístas’ solo sean meseros, cocineros o chefs?
Es penoso observar estos actos y triste leer a esos tuiteros que gozan con los ‘chistes’ alrededor de botar de los restaurantes y espacios donde solo pueden estar los ricos, los blanquitos o los que simplemente se oponen al Gobierno. ¿Qué tuvieron que hacer los negros en EE.UU. para acabar con eso? ¿No afloraron esos mismos sentimientos en ese país cuando Barak Obama llegó a la Presidencia?
Lo mejor que le puede pasar a una sociedad es que cualquier ciudadano pueda entrar a un restaurante a comer en libertad y si lo hace con plata de su sueldo, con más razón. Y mucho más: el dueño de ese restaurante que permita que a alguien se lo expulse es tan culpable como el que protagonizó la ofensa. (O)