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El Telégrafo
Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

2015, un instante del espíritu destituyente

27 de diciembre de 2015

La paradoja política no resuelta es hasta dónde las clases medias y altas de Ecuador sintieron en 2015 el impacto de los beneficios de ser aún un país petrolero y de contar con gobernabilidad, estabilidad y cierta bonanza consumista y al mismo tiempo reafirmar el deseo de crecer, expandir su riqueza, estirar su gasto suntuario y dispendioso sin el Gobierno que les garantizó esta etapa económica sin sobresaltos.

Desde distintas visiones se evalúa el año que termina y en las izquierdas y derechas hay entusiasmo, pero recatado, como si se hubiese cometido alguna osadía a un alto costo sin beneficio de inventario. O sea, salieron a las calles en la perspectiva de construir una fuerza popular opositora y terminan el año en desconcierto, división, pujas y pugnas. Si de algo sirvió tanto bochinche no fue precisamente para minar las estructuras o matrices esenciales de la Revolución Ciudadana. Incluso, algunos izquierdistas dicen ser los portadores morales de sus postulados originales. Y las derechas presienten que no ganarán más dinero como en estos años y, por tanto, ya es hora de tomar el poder político para asegurar un enriquecimiento sin tributos, normativas fiscales ni restricciones para su aparato mediático amplificador.

Es cierto, el espíritu destituyente se manifestó (para usar el término de Franklin Ramírez). Y no es que estuvo ausente en estos años. Agazapado, esperó la oportunidad brindada en bandeja de plata con las enmiendas constitucionales y el temor de ‘perderlo todo’ con la ley de herencias y justicia social. ¿Acaso no se opusieron a la Constituyente, a la Ley de Comunicación, a las reformas tributarias, al Código de la Producción, etc.? ¿No establecieron una articulación plena entre cámaras de la producción, medios de comunicación, académicos puristas y analistas bien fondeados? El problema es que sus supuestas verdades no tenían eco frente a la realidad, a la obra pública, a la reducción drástica de la pobreza, al crecimiento de la clase media y a la estabilidad política y económica.

La ‘paradoja filosófica’ es que mientras las derechas siguen acusando al gobierno de marxista y comunista, las izquierdas lo tachan de fascista, capitalista, desarrollista y se autoproclaman los verdaderos socialistas, sin conjugar bien sus verbos con los de los liberales ortodoxos y los tiempos con el flujo de recursos desde ONG ‘imperialistas’ y bancos supercapitalistas.

Y son todos ellos juntos los que ahora callan frente a la arremetida de Macri en Argentina. Al igual que andan mudos ante la gestión de Rodas y Nebot. ¿O Unidad Popular, Montecristi Vive o Democracia Sí dicen algo de los negocios municipales de las élites quiteñas y guayaquileñas, la represión a los vendedores informales o el colapso de la política cultural en las dos mayores ciudades del país? ¿No son todas esas ‘fuerzas populares’ las que calientan las calles, como en los ochenta, para que la derecha coseche en las urnas y construya su base con fuerte acento en la cooptación de los rezagos de la partidocracia?

Ese espíritu destituyente, además, instala verdades a medias y ahora usa las dificultades económicas para minar, denigrar y expoliar el verdadero sentido constituyente expresado en Montecristi. Nos quieren hacer creer que todo fue un error esquizofrénico y una explosión jubilosa pasajera. Incluso, amenazan desde ya (‘cuando esto se acabe’) con meter presos a todos, crear una comisión de la verdad, devolver los medios incautados a la empresa privada (¡qué gran favor a los Isaías por parte de los ‘patriotas’!) y con ello regresar a las siete armonías donde ciertos izquierdistas se sintonizaban con algunos banqueros (en almuerzos y cenas que luego se cobraban en favores políticos suculentos) y las ONG estaban a su disposición para enfundar los designios de otra nación y cultura a nuestro ‘paisito’ subdesarrollado. Para ellos, el proceso constituyente pasará, como un mal momento de Ecuador, para dar paso al espíritu destituyente, que será una copia o receta de lo que ya se hace en Argentina, y que seguramente harán los sublimes nuevos asambleístas venezolanos, como lo hacen acá Nebot y Rodas. (O)

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