www.paralaje.xyz Los científicos naturalistas y expedicionarios, que comenzaron a llegar a América en el siglo XVI, se acompañaban de artistas para conformar catálogos de la geografía, la flora y fauna, con el afán de descubrir para luego conquistar los territorios explorados. En el Ecuador del siglo XVIII, esta práctica fue fundamental para los inicios de un arte con aspiraciones identitarias que, en el período republicano, adquirió valor en la búsqueda de representaciones de la nación. A estos fines sirvieron las imágenes de los artistas viajeros en el siglo XIX, como Gaetano Osculati, Ernest Charton y Frederic Church, entre otros. En el siglo XXI la experiencia del viaje se actualiza en las «residencias artísticas». Estas pueden plantearse distinto propósitos, como explorar un territorio determinado, los espacios que lo conforman, las dinámicas sociales y culturales que lo atraviesan, o propiciar el intercambio cultural y crear comunidades efímeras. Pero también pueden abrir espacios alejados del «mundanal ruido» para estimular el ejercicio de la creación. Actualmente están posicionándose a nivel internacional como espacios artísticos emergentes, principalmente por su carácter experimental: en sus programas pueden incorporar experiencias culturales, educativas, turísticas, investigativas o de corte más introspectivo. Por ejemplo, la Residencia Solo con Natura, creada por la artista guayaquileña Larissa Marangoni, proponía abordar la relación entre arte, naturaleza y comunidad. La Residencia Artística en la Antártica ArteA, organizada por el Ministerio de Cultura y Patrimonio en 2012, dio la posibilidad a artistas ecuatorianos de realizar una expedición con fines artísticos y científicos en el extremo sur del planeta. {unitegallery cp_arte_10_10_16} Recientemente en el Centro de Arte Contemporáneo de Quito se inauguró la Exposición de la Residencia Latin American Roaming Art (LARA) Ecuador, una de las mejores muestras presentadas en la ciudad en lo que va del año. En esta participan Manuela Ribadeneira, Adrián Balseca, Pablo Cardoso (Ecuador), María José Arjona (Colombia), Emilia Azcárate (Venezuela), Matías Duville (Argentina) y Paula de Solminihac (Chile). La selección fue cotejada por el curador de la edición, Rodolfo Kronfle Chambers, y el curador de la colección LARA, José Roca. Los escenarios de esta residencia fueron las islas Galápagos, que acogieron a los artistas durante el pasado mes de marzo. Posteriormente, ellos desarrollaron sus proyectos con relación a las experiencias, impresiones y sensaciones que tuvieron en este lugar. Un problema recurrente en las residencias basadas en territorios específicos es la brevedad de la estadía, y la dificultad de crear vínculos sociales entre los participantes y las personas o comunidades con las que interactúan en su viaje. Entonces, es preciso considerar que la figura del «artista en residencia» subvierte, en cierta medida, las cualidades políticas del legado del «artista viajero», porque las formas de relación con el espacio natural y social que buscan son ética y estéticamente diferentes. En el caso de los artistas de LARA —que estuvieron quince días en las Galápagos—, la relación deseada no tuvo mucho que ver con la duración de la permanencia en el lugar, ni con el afianzamiento de vínculos sociales, sino principalmente con la experiencia del viaje que fue estimulante para el proceso de creación. Sin desestimar, por ello, la importancia de reconocer el contexto social, histórico, económico y político de las islas. A pesar de la fugacidad de su paso, estos artistas no actuaron como turistas (ni modernos ni posmodernos), de hecho se alejaron de este referente en la búsqueda de legitimidad de sus experiencias. Las obras resultantes evidencian, con solvencia discursiva, los distintos modos de procesar, interiorizar y presentar estas vivencias desde sus poéticas autorales. La curaduría de Kronfle logra acompañar estas propuestas desde un atento cuidado de las piezas, tal y como se observa en el diseño de la museografía y las disposiciones del montaje de cada objeto. Pero el trabajo más exquisito se encuentra en las relaciones conceptuales que ponen a dialogar las obras entre sí dentro de las salas. El ejercicio curatorial favorece la contemplación y reflexión sobre el trabajo de los artistas. Visiones artísticas de las Encantadas Al igual que la Amazonía, Galápagos es un lugar de disputa no solo en términos territoriales, sino también simbólicos sobre «lo que representan» en los imaginarios turísticos, ecologistas y sociales: ¿Un ítem en la lista de Patrimonios Naturales de la Humanidad de la Unesco? ¿Una causa de lucha activista? ¿El principal destino turístico del país a escala internacional? ¿Un destino codiciado por la migración interna? Recordemos que en junio de 2015 se publicó en el Registro Oficial la Ley Orgánica de Régimen Especial de Galápagos (Loreg), en la cual se introdujeron importantes cambios en relación con las áreas de conservación, las remuneraciones salariales en las islas, el índice de precios al consumidor, temas migratorios y de operación turística. Las reacciones frente a las nuevas regulaciones estatales pusieron en evidencia —en los medios de comunicación a escala nacional— la compleja realidad social, económica y política que se vive en el archipiélago, que no empata con la imagen de postal que lo preconiza como un lugar must para vacacionar por sus «encantos naturales». Esta visión romántica, que apela a un supuesto «origen natural» que ha sido conservado, es confrontada fuertemente en la exposición por el gesto artístico de Pablo Cardoso, quien recurre a la historia cartográfica para abordar sus múltiples «orígenes» sociales y políticos, manifestados en los diferentes nombres que han designado a las islas. En las obras de la serie De costa a corte y Ninachumbi, el artista nos presenta estampas de personajes clave para estas denominaciones, siendo sostenidas por sus propias manos (en la representación de paisajes «deslocalizados») o por habitantes isleños (en la representación de retratos «despersonalizados»). La noción de «no lugar», que Pablo ha desarrollado en obras anteriores, dialoga ahora con la noción de «personaje anónimo», que nos muestra un paisaje contemporáneo difuso que se extiende, metafóricamente, más allá de la realidad insular. El uso de la fotografía para hacer pintura en Cardoso es un distintivo de su trabajo, pero en esta obra es posible reconocer un plus relacionado con la temática. La función representacional de la imagen fotográfica, que fundamenta el imaginario turístico de las Galápagos, es puesta en jaque desde una operación pictórica de oscurecimiento, que deja entrever una mirada pesimista sobre el pasado y presente de este lugar (fuertemente atravesado por distintos procesos de colonización). Un ejercicio pictórico similar fue desarrollado por Cardoso en la serie Lebensraum, en la que reflexiona sobre la práctica de los artistas viajeros y la función del paisaje en el siglo XIX, durante la conquista colonial de los territorios en América Latina que marcó el inicio del extractivismo en la región. Manuela Ribadeneira piensa de un modo distinto el ejercicio del poder colonial sobre el territorio y su historia. Sus obras conforman un ambiente provocador que tiene como pieza central a Las Encantadas, una instalación de objetos que representan caparazones de tortuga invertidos. Desde una lectura sintomática, podría considerarse esta obra como una sombría interpretación de un relato de navegantes marinos de la época colonial, que narra la suspensión del poder de defensa de estos animales al ponerlos patas arriba. Esta acción permitía mantener su energía vital, garantizando una subsistencia condenada a proveer de alimento a sus captores. La cruel metáfora que subyace a la imagen de varios caparazones volteados, cual cementerio, se vuelve tremendamente sugestiva cuando se advierten dos elementos diferentes de color negro sin voltear: ciertamente una visión esperanzadora de la resistencia. En una línea temática paralela, la obra de Adrián Balseca problematiza la presencia colonial en las islas entablando una relación entre dos «especies introducidas». Su video documental muestra la fabricación de un autorretrato escultórico a cargo de un artesano migrante de la provincia del Azuay. La obra está elaborada en Cedrela odorata, una especie introducida que, en 2007, fue paradójicamente declarada en veda por el Ministerio del Ambiente, y que actualmente es supervisada por el Parque Nacional Galápagos para controlar su extracción. Las imágenes del video permiten reflexionar sobre las paradojas de una política conservacionista, desde un gesto artístico que colinda con un imaginario ecologista. Si en las obras de los artistas ecuatorianos encontramos problemáticas sociales actuales o perspectivas históricas, y gestos individuales que reflexionan sobre asuntos colectivos, las obras de los artistas extranjeros revelan más bien un tiempo suspendido en el viaje interior, que no necesariamente se aleja del contexto que le sirve como punto de partida, pero que sí se permite una distancia para procesarlo y reinterpretarlo en gestos más íntimos. La obra de María José Arjona, por ejemplo, adquiere un sentido más amplio si consideramos su constante preocupación por el tiempo como algo que nos constituye y atraviesa, y por la resistencia del cuerpo en un proceso simbólico de sanación. Su performance Línea de vida constituyó la pieza más valiosa de la muestra durante los días de su ejecución por parte de la artista. Una acción muy poética que intentaba evocar los movimientos del león marino, especie característica de esta región. La observación del comportamiento de este animal, que ha logrado adaptarse a los entornos artificiales de las Galápagos, le permitió a Arjona enfrentar su miedo al mar en una magnífica pieza que conjuga sonoridad, cuerpo, memoria, miedo, deseo, goce, terapia, curación. La fuerza expresiva de su interpretación nos recordó que el performance es fundamentalmente presencia, y que puede provocar sensaciones poco exploradas en la experiencia corporal de quienes participan como espectadores. Sin duda alguna es el performance más potente que ha acontecido en los últimos años en la escena artística local. Las obras de Paula De Solminihac, Matías Duville y Emilia Azcárate también evidencian sus experiencias personales en las islas, desde los lenguajes artísticos que caracterizan sus trayectorias. En la propuesta de Azcárate ocurre una suerte de transmutación de lo profano en algo sagrado, un proceso alquímico que busca el valor esencial de las cosas. A partir de la recolección de tapillas de botellas, que han sido transformadas en estrellas de ocho puntas, la artista venezolana crea hermosos mandalas que subliman una práctica material fuertemente atravesada por los signos del consumo. Es decir pone en relieve la dimensión espiritual de una experiencia cultural. Las tapas corresponden a bebidas elaboradas por grandes corporaciones transnacionales o industrias locales. Estas podrían considerarse como las futuras huellas arqueológicas que darán cuenta de la cultura material que nos caracteriza actualmente como civilización. Al igual que Emilia, Matías Duville se aleja de la voluntad de «representar» a las islas, aproximándose a estas desde las sensaciones experimentadas en su viaje. En sus dibujos presenta una naturaleza primigenia que parece trascender el espacio terrestre, cobrando fuerza en sus conexiones cósmicas. Esta exploración continúa en un video que muestra imágenes del archipiélago, sus playas y escenas marinas desde una deriva poética que otorga protagonismo al paisaje como objeto de contemplación y deseo. Desde el dibujo y el audiovisual, Duville presenta narrativas complejas que seducen por una factura impecable, y un desarrollo sofisticado de su lenguaje artístico. La exposición cierra con una instalación de Florencia Guillén, quien participó en la edición 2014 de LARA realizada en Oaxaca, México. La obra funciona como colofón dentro del relato curatorial, pues en ella confluyen preocupaciones sociales, culturales e históricas muy similares a las que nutren algunos de los proyectos originados en Galápagos. En el gesto de acercar simbólicamente las islas al continente, estas obras pueden contribuir a promoverlas como destinos turísticos. Sin embargo, las visiones subjetivas de los artistas nos anticipan un quiebre si lo que buscamos es una imagen de postal. La exposición contrasta la representación convencional del archipiélago, mostrándolo en su diversidad: más allá de los espacios naturales cercados por la expansión del turismo y el urbanismo, de los espacios artificiales edificados sobre conflictos de poder, de las disputas territoriales y simbólicas, de su historia y los legados coloniales, más allá de las complicadas realidades sociales, hay unas Galápagos por redescubrir y reinventar. Notas Rocha, Susan (2016). De la representación científica colonial a la costumbrista republicana: rutas de transferencia de la imagen en América Andina (1782-1906). Revista de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, (número 25), pp. 73-114. Este proyecto es financiado por Asiaciti Trust y cuenta con tres ediciones anteriores realizadas en Colombia, Perú y México. Amanda Goldin está a cargo de la dirección y José Roca es el curador de la colección LARA. El equipo correspondiente a la edición 2016 estuvo conformado por Rodolfo Kronfle Chambers (curaduría), Eliana Hidalgo Vilaseca (producción) y Gabriela Cabrera K. (montaje). En el ensayo McDisneyización y post-turismo. Perspectivas complementarias sobre el turismo actual, George Ritzer y Allan Liska plantearon, en 1997, una interesante diferenciación entre el turista moderno, que busca vacaciones predecibles, eficientes y calculables (como la «experiencia McDonalds» para los estadounidenses) y el «post-turista», una persona informada mediante las tecnologías de la comunicación que, comprendiendo la experiencia turística como algo artificial, apuesta por el simulacro, dejándose seducir por los signos de una cultura contemporánea (Disney World, por ejemplo). Redacción Política (2015, 23 de junio). La Ley de Galápagos propone 5 cambios. Diario El Telégrafo. Recuperado de: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/politica/2/la-ley-de-galapagos-propone-5-cambios. Considerada una de las performers más importantes del arte latinoamericano contemporáneo, María José Arjona interpretó una de las obras de la artista serbia Marina Abramovic en su exposición The artist is present, realizada en el Museum Of Modern Art «MoMA» en 2010.