El tiempo según Abdón Ubidia

Tiemp&infin; (El Conejo, 2015) es el &uacute;ltimo libro de la serie &lsquo;Diver-tinventos&rsquo; de Abd&oacute;n Ubidia, que inici&oacute; con Divertinventos, libro de fantas&iacute;as y utop&iacute;as, al que le siguieron El palacio de los espejos (1996) y La escala humana (2008). Se trata de una serie de cuentos situados entre lo fant&aacute;stico y la ciencia ficci&oacute;n. Con estos libros, Ubidia se constituy&oacute; en un referente de este g&eacute;nero. El contenido del libro lo se&ntilde;ala el t&iacute;tulo, que adem&aacute;s sugiere una revisi&oacute;n, desde el tiempo convencional, hasta el tiempo infinito, recorrido que se percibe en sus once cuentos. Al tiempo lo asociamos con el reloj desde la Modernidad, lo que no significa que en otras &eacute;pocas no existieran dispositivos de medici&oacute;n. Lo advierte Ubidia en su prefacio, y nos dice adem&aacute;s que: &ldquo;No es el reloj el que marca el tiempo. Es el tiempo el que inventa los relojes&rdquo;. De este modo, en su faz literaria, el tiempo adquiere una personalidad que iremos constatando en su caprichosa, aunque exacta, sinuosidad, a lo largo del libro. Esto nos lleva a preguntar no qu&eacute; es el tiempo, sino qu&eacute; hace que sintamos su presencia. Gilles Deleuze en su libro Diferencia y repetici&oacute;n (Amorrortu, 2002) probablemente nos da una pista cuando se&ntilde;ala que: &ldquo;El tiempo no sale del presente, pero el presente no deja de moverse, por saltos que empalman los unos sobre los otros. Tal es la paradoja del presente: constituir el tiempo, pero pasar en ese tiempo constituido&rdquo;. Mientras para el ciudadano moderno el reloj es el artilugio para el control y la autorregulaci&oacute;n del trabajo y de la vida, mientras adem&aacute;s es la met&aacute;fora de una mentalidad donde el individuo se ve presa de la din&aacute;mica productiva del capitalismo, sujet&aacute;ndolo, sometiendo su libertad, Ubidia nos prueba que el tiempo es una invenci&oacute;n: toda la maquinaria capitalista se articula sobre la base de una ilusi&oacute;n que determina la vida de las sociedades y las personas. La pregunta acerca de la naturaleza de esa ilusi&oacute;n precisamente est&aacute; en el primer cuento, &lsquo;&iquest;Cu&aacute;nto dura el presente?&rsquo;. La imagen casi difusa de una pareja sirve para mostrar que el presente dura apenas lo que la tinta dibujada permanece en la piel de la mujer amada y se desvanece bajo las gotas de la ducha. La idea de la duraci&oacute;n y el devenir parece estar latente, como una pulsaci&oacute;n, hasta que esta desaparece con la misma imagen de dicha mujer que se ha ido para siempre. Y entonces, cuando termina la ilusi&oacute;n, el literato se pregunta, &ldquo;&iquest;cu&aacute;nto dura el pasado?&rdquo;. Ese presente solapado por otros presentes, esos empalmes de presentes, har&iacute;an la imagen de un pasado. Resulta, sin embargo, que el tiempo, en ese presente continuo, ha sido vencido, aunque solo por unos instantes, o por una eternidad, por otra presencia que es mucho m&aacute;s poderosa: el amor. Hay dos tensiones presentes en el libro de Ubidia: el tiempo social y el tiempo ps&iacute;quico, en t&eacute;rminos de Jacques Andr&eacute; en su ensayo &lsquo;El tiempo ya no es lo que era&rsquo; (2010); el uno productivo, desesperado por la movilidad, por el dinamismo emergente del presente; el otro, discontinuo, interior, sin reloj. De este modo, Ubidia juega con tales tensiones dentro de los m&aacute;rgenes materiales de la literatura, a sabiendas de que esta, mediante la palabra, crea tambi&eacute;n un tiempo social, el cual hace que nos perdamos en el tiempo ps&iacute;quico adem&aacute;s doble: el de los personajes y el nuestro bajo el ejercicio de la imaginaci&oacute;n. Gran problema: con el tiempo literario parecer&iacute;a que recuper&aacute;ramos la ilusoria presencia de continuidad, de movimiento, cuando en realidad el artificio literario estar&iacute;a meti&eacute;ndonos en el marem&aacute;gnum de un tiempo inexistente. El tiempo para los so&ntilde;adores, para los poetas, es el problema y la soluci&oacute;n misma. Alguna vez Edgar Allan Poe, en su &lsquo;M&eacute;todo de composici&oacute;n&rsquo; (1846), dijo que una obra literaria se debe leer en solo unos cuantos minutos para crear una determinada sensaci&oacute;n de excitaci&oacute;n y, como tal, elevar el alma. Contra la tesis moderna, ligada al tiempo productivo de la maquinaria que produce d&oacute;lares para entretener, Ubidia, en el mismo sentido que Poe, crea tiempo y adem&aacute;s juega con las diversas im&aacute;genes de este: se da cuenta de que si el tiempo es una invenci&oacute;n, Tiemp&infin; podr&iacute;a ser el libro inventado para presumir de la inexistencia del tiempo. Relativo a c&oacute;mo la Modernidad aprovecha y materializa la idea del tiempo, Ubidia nos hace caer en cuenta, como en el caso del reloj, de las invenciones materiales cuya finalidad es tambi&eacute;n la regulaci&oacute;n, el control, la supeditaci&oacute;n de la vida para la generaci&oacute;n de valor. Pensemos en el cuento La impresora de 4 dimensiones, acerca de un librero y su amiga Hypatia; ella le hace consciente de c&oacute;mo el tiempo fue institucionaliz&aacute;ndose. El dispositivo de la imprenta hace que el tiempo se sedimente en forma de conocimiento; el de la impresora de tres dimensiones hace aparecer el tiempo en sus perspectivas bajo la forma de objetos; tras ambos inventos est&aacute; el vector de la velocidad, pues en un caso, como sucede con los libros -los cuales son depositarios de conocimientos-, estos se vuelven objetos, donde el conocimiento parece estar en obsolescencia. Tras las l&iacute;neas del cuento hay sugerentes ideas y la m&aacute;s inquietante, sin duda, es el hecho de que la impresi&oacute;n del tiempo somete al cuerpo, lo replica y lo crea dentro de un tiempo paralelo: &ldquo;-O sea que nuestros retratos, en cuatro dimensiones, envejecer&aacute;n con nosotros&rdquo;, dice el librero. Lo fant&aacute;stico radica en que Hypatia, una vez que es presa del artilugio de autocontrol, hace una r&eacute;plica &lsquo;viva&rsquo; en miniatura de s&iacute; misma en cuatro dimensiones y entrega en custodia al hombre. En el cuento el cuerpo amoroso es reconvertido en valor: si una relaci&oacute;n humana no culmina en el amor, se nos demuestra que al menos el deseante desea poseer; pero el problema est&aacute; en que por primera vez la tecnolog&iacute;a hace del cuerpo el real fetiche. El materialismo del librero se ve enfrentado por la sensibilidad que despierta el tiempo en la mujer, sensibilidad obviada por aquel. Jacques Andr&eacute;, citando a Sigmund Freud, dice que: &ldquo;Pasado, presente y futuro est&aacute;n como enhebrados en el cordel del deseo que los atraviesa&rdquo;. Si presente es un solapamiento de estadios, de momentos, es decir, de pasado y futuro, hay un cordel hacia lo sensible que la tecnolog&iacute;a del capitalismo nos impide ver, pero que quien es consciente de este lo puede manejar. Del manejo perverso del tiempo, de su ilusoria presencia, trata &lsquo;El tiempo el&aacute;stico o &iquest;cu&aacute;nto duran los deseos?&rsquo;. Pues el tiempo del capital de pronto es capturado como promesa por un oficio que hace aparecer como verdades las mentiras o siembra falsas im&aacute;genes en los seres humanos para que estos sean dependientes de ellas: el marketing. No es que Ubidia lo denuncie o lo diga como tal, pero lo parodia en tono cruel. Es la historia de Verlag, un hombre gris y vac&iacute;o, quien es atrapado por una empresa, La Casa de Los Deseos Incumplidos, la cual alguna vez le vendi&oacute; la idea de comprar un seguro de deseos incumplidos, con el que siente que puede comprar lo que quiera, aunque en realidad compra poco y encima debe ser objeto de una demanda. Lo que la p&oacute;liza de seguro manifiesta, como una tarjeta de cr&eacute;dito, es la adquisici&oacute;n del tiempo flexible, y en base a &eacute;l esclaviza a sus detentores creando una cadena fluida de compradores-deudores que ayudan a dinamizar el mercado. En otros t&eacute;rminos, el cuento evidencia, mediante el relato del tiempo que se alarga o se acorta -tiempo ps&iacute;quico-, el tiempo de la realidad m&aacute;s cruda que lleva a que otros se enriquezcan a costa de los deseos de la gente anodina. Pero, m&aacute;s all&aacute; de los ejemplos citados, que tienen que ver con la captura y materializaci&oacute;n del tiempo, lo m&aacute;s importante en Tiemp&infin; es la otra presencia que pugna con el tiempo, con la idea del tiempo en el presente: el amor, el cual se podr&iacute;a dimensionar como un tipo de tiempo inmaterial, sensible, si es que esta licencia se nos permite. Porque uno es el tiempo objetualizado, ideol&oacute;gico -si pensamos en Roland Barthes y sus Mitolog&iacute;as (1957)-, y otro es el tiempo evanescente, a&eacute;reo, pero que se muestra perenne, el cual, por paradoja, es intemporal. As&iacute;, en &lsquo;Distancias&rsquo;, cuento breve, constatamos la vida de dos tiempos creados: el del acercamiento y del alejamiento a trav&eacute;s de una pareja; la rareza implica que cuando se ven se dan cuenta de que han envejecido y cuando se alejan son dos ni&ntilde;os que se han cruzado y que, en otra vuelta de camino, estar&aacute;n en situaci&oacute;n semejante. Si en &lsquo;&iquest;Cu&aacute;nto dura el presente?&rsquo;, los j&oacute;venes amantes se separaban pero entrambos parec&iacute;a estar la imagen imperecedera del tiempo presente -mostrado como recuerdo-, en &lsquo;Distancias&rsquo; esto se representa desde lo tr&aacute;gico, pues el tiempo opera sobre los cuerpos, se hace visible a trav&eacute;s de los pliegues de la piel que, en efecto, envejece o se deteriora. Pero, &iquest;es posible vencer incluso al deterioro que la idea del tiempo impone en la piel y en los cuerpos? Ubidia hace un ejercicio extra&ntilde;o y a la vez inquietante en &lsquo;Del tiempo y las edades&rsquo;. Nuevamente la historia de una pareja que vive intensamente en el territorio del amor; pero en medio aparece un muchacho que resulta ser el anterior marido de la mujer. En el presente-presente el tiempo ps&iacute;quico del personaje se obliga a deshacerse del joven pensando en que es el pretendiente que robar&aacute; el coraz&oacute;n de su amada; pero por boca de aquel se da cuenta de que, en un bucle del tiempo, ellos han sido objeto de un experimento cient&iacute;fico por el cual rejuvenecen en el mismo cuerpo, el cual se deteriora y se regenera. La representaci&oacute;n del &infin;, es decir del infinito, tiene su contraste con la idea de finitud del cuerpo del hombre que envejece con el paso de los a&ntilde;os, mientras su amante va decreciendo y se va volviendo joven, hasta encontrarse con su anterior marido que tambi&eacute;n est&aacute; siendo ni&ntilde;o. El cuento contrasta la idea de lo presente continuo en sus diversas mesetas -mujer ni&ntilde;a, hombre adulto, mujer adulta, ni&ntilde;o en crecimiento, etc.- pero nos embarca en la idea de una especie de banda de Moebius donde siempre en la vuelta de un bucle del tiempo se retorna a un estado anterior -que es tambi&eacute;n posterior-. Es en este asunto del cuento -el de su permanente continuidad, discontinuidad- donde aparece un postulado nuevo que Deleuze lo plantea fundamental en relaci&oacute;n al tiempo: el h&aacute;bito del cual emerge la memoria. Si el amor se convierte en un h&aacute;bito ello remite, cuando el ser amado se va o desaparece, en una memoria. Lo que en el fondo indaga Ubidia en su libro son las relaciones humanas a trav&eacute;s o, si se quiere, dentro de la presencia del tiempo. El inter&eacute;s por el amor remite a la idea de su perdurabilidad; pero lo que le hace trascendente en Tiemp&infin; son los instantes m&aacute;s plenos, mejor vividos, de esa relaci&oacute;n, donde el h&aacute;bito del tiempo queda suprimido y siempre queda como memoria, incluso del presente como tal: &ldquo;Cuando ya no nos importen ni los cien millones de soles de tu galaxia, ni los cien mil millones de galaxias del universo, ni los cien mil millones de universos del multiverso porque, en toda la inmensidad de los tiempos y los espacios solo te importar&aacute; el breve lapso que pudiste vivir. Cuando&rdquo;. Esta es la sentencia final con que justamente sella al libro Ubidia, en tono po&eacute;tico. La relaci&oacute;n de finitud-infinitud, constantes, mostradas en diversas facetas en el libro es, por lo tanto, tambi&eacute;n aquello que confronta a la idea de futuro. En el cuento &lsquo;Del pensamiento f&aacute;cil y el Ministerio de la Corrupci&oacute;n&rsquo;, a trav&eacute;s de la historia de un tesista que halla a un fil&oacute;sofo, inventor del Ministerio de la Corrupci&oacute;n, en sentido que el tiempo a la final halla su l&iacute;mite en el deterioro, en el envejecimiento del cuerpo, de la materia, dicho tesista termina atrapado por ese futuro que es presente. Es decir, el fil&oacute;sofo le demuestra que aunque el tiempo perdure, el cuerpo es vencido por un l&iacute;mite, la muerte: el estudiante debe continuar en esa perdurabilidad -porque en el Ministerio solo el fil&oacute;sofo se dedica a pensar-, a sabiendas de que el futuro es inexorable. Es la tensi&oacute;n de la banda de Moebius. Pero, frente a la idea de vencimiento, la tecnociencia -l&eacute;ase el tiempo del consumismo con su premisa de la velocidad- lleva al s&uacute;bito embarazo de las mujeres en &lsquo;De los nuevos beb&eacute;s&rsquo;. Por ese efecto proliferan, nacen en exceso beb&eacute;s que se deber&aacute;n adaptar por propia cuenta a vivir en el mundo del deterioro, como ratas en los basurales, buscando la comida. Nota relevante merece, en este contexto, el cuento &lsquo;Por venir&rsquo;. Es acerca de Quito en el 2050, visto por una pareja de ancianos que debieron morir a&ntilde;os antes y est&aacute;n como congelados-presentes en el tiempo. Nuevamente la idea del rejuvenecimiento por obra y gracia de la tecnociencia gen&eacute;tica, como en &lsquo;Del tiempo y las edades&rsquo;. Lo interesante es que frente a la infinitud del alma de este par de quite&ntilde;os, contrastada con la infinitud de la vida de Quito, que muta y sigue ah&iacute;, la finitud se expresa en la obra humana inacabada, quebradiza, imperfecta: &ldquo;perd&iacute;amos tanto tiempo arruinando cada presente de nuestras vidas, en nombre de un futuro que nunca llega a ser como lo planificamos&rdquo;. Tal la expresi&oacute;n de Ubidia como testigo del tiempo en la ciudad, en el cuerpo, en la vida. Nos damos cuenta, finalmente, que el narrador siempre ha sido uno que act&uacute;a desde la memoria del presente en las im&aacute;genes del pasado-futuro.