El lenguaje abominable de la mujer monstruo
Créditos iniciales
Andrea Crespo Granda (Guayaquil, 1983), publicó con la Editorial Cadáver Exquisito, en agosto de este año, su primer libro llamado L.A. MONSTRUO, texto que ironizando la estructura del Pentateuco, relata el ciclo de vida de un personaje híbrido de extraordinarias características genéricas. El libro desacraliza además los discursos relacionados con la feminidad y la masculinidad: el poder, la relación con los hijos, la escritura de la historia y las proclamas políticas. L.A. MONSTRUO es un texto impuro -tal vez poesía, tal vez ensayo, tal vez escritura libre- que desafía a los lectores a explorar el orden de lo incategorizable. L.A. MONSTRUO, además, integra la parte central de un cosmos de producción mucho más grande que permanece aún inédito: Influencia Americana y Matineé (el cinematógrafo tropical).
Primera aproximación discreta a la mujer monstruo
Vista desde cualquier ángulo en el que uno mire su celda de barrotes, la mujer monstruosa está compuesta de varias partes en apariencia incongruentes entre sí: un cuarto de animal rastrero, mitad ángel, otro tanto de bestia mitológica, un ojo de vidrio. Ni criptozoólogos ni psicoanalistas han logrado entablar con ella alguna comunicación satisfactoria: “Ante el diván se bifurcan mil especies de creaturas marítimas. Escupo el contenido de la mortaja, L.A. MONSTRUO se tuerce como una especie de animal indescifrable”, dice entre jadeos y el prodigio parlante de la hembra con alas, deja a los humanos sumidos en un misterio triste. Entre alaridos, canturreos y silbidos, ella declara: “Los monstruos convertidos en mujeres, extrañamos el mar”. Pero las hordas de curiosos ni se apiadan ni retroceden. Ella lanza fuego desde sus fauces para ahuyentarlos y luego corcovea, pero ojos científicos y curiosos insisten en contemplarla desde sus gélidas expectativas.
Andrea Crespo explica el proceso de gestación de L.A. Monstruo
Truenos (sinestesia): me interesa tener una luz muy parecida al trueno. Cuando yo escribo, a mí me convoca la ruptura. Trabajar en un texto que deba retumbar, textos que sean puñales. Yo trato de que lo mío sea una cuestión turbulenta, aunque también disfruto de enfrentarme a escritores que tengan en su obra una luz lenta. A mí me perturban las mismas cosas que digo cuando escribo.
Identidad: Yo me defino como cuatro aquí dentro, a riesgo de parecer esquizoide: la que está aquí, la que ve a las que estamos aquí, la que ve a la que ve que estamos y la que lo registra. Creo que en el trabajo de poesía que realizo, hay una posesión de esos cuatro tiempos, que se rebasan dentro de mi conciencia y que deben volverse palabra. Cuando pienso en esto, recuerdo la poesía mística de San Juan de la Cruz y su forma de manejar el lenguaje. Pienso que la palabra es lo más extraño que tenemos y a la vez es el puente que nos conecta con el mundo. Si lo meditas, lo más extranjero a ti —el lenguaje—es el único medio que tienes para conectarte con la realidad. No te queda más que temblar.
Cuerpo y género: estamos acostumbrados a mirar los géneros como una construcción binaria y excluyente de la vida. Si eres hombre no puedes ser mujer, si estás de un lado ya no puedes estar de otro, pero en realidad sucede que nuestro cuerpo es un ser amplificado y en él hay muchos más seres. El monstruo es el intersexual, esa figura que todo el mundo venera por no ser ni lo uno ni lo otro, ya que no tiene palabras que lo definan completamente, porque como no tiene carne no puede nombrarse. No hay palabras para definir realmente lo híbrido, realizar el ejercicio de colocarse del lado de lo innombrado, es una disidencia.
Una primicia contada solo para los lectores de este medio: yo leo más filosofía que novelas.
Recurrencia de los géneros: hay diferencias en los géneros si eres lector. La experiencia de leer una novela no es la misma que la de leer poemas, pero si escribes, tu labor no es tan diferente porque se trata de oficiar con la memoria. No como un tema de trabajar lo que recuerdas, sino que creo que la experiencia de la escritura tiene mucho de trabajo de archivo. Los escritores son personas que se posan en el tiempo de lo que está. Del presente, y que procuran incidir sobre ese presente con su lenguaje, pero no sin conflicto. Mientras la mente te llama a lo complejo hay un cuerpo básico que te pide cosas como si fueras un mono o un perro: que te acurruques, que folles, que salgas corriendo cuando ya no quieres permanecer en un lugar.
Espacio donde L.A. Monstruo declama hacia el público fervoroso. Fragmento del tercer discurso dialéctico:
“He grafiteado arduamente en casas, calles,
Barrios, baños, cables, penes y agua de estero;
También leí en la pintura el grito delictivo.
Soy una estafa, pero qué podríamos esperar.
Estamos enfermos, lo hemos estado siempre,
A pesar de eso como y fumo y creo
Pinturas sobre la carne; estoy desahuciada.
En mi mente elucubra la subversión.- la inconformidad es algo innato (…)”.
Segunda aproximación discreta a la mujer monstruo, realizada audazmente por su autora
El monstruo es el mal, todo el mundo quiere decir que los humanos somos luz, pero la luz existe en cuanto hay oscuridad, siempre hay alguna circunstancia que roza lo perverso y que nos demuestra que ante eso también hay goce y disfrute. Esos resquicios revelan nuestra oculta naturaleza de monstruo. La vida te dice: elige, pero no acepta la guerra interna que se realiza entre nuestras naturalezas todos los días y esa guerra no tiene treguas. Algunos eligen el bien porque es la opción en la que insiste la cultura judeo-cristiana, pero hay que explorar también la opción de los que eligen otra cosa.
Créditos finales
Es tal la turba que acosa la celda de la monstruo que a ratos puede verse únicamente la gente y no el objeto a contemplar. Varios con tiquete en mano piden orden, otros más solicitan que se haga una hilera. Cuando se dispersan los observadores, con asombro puede verse solamente una máscara reposando en el suelo de la jaula. Se da la voz de que la criatura ha escapado. Cierto público afirma que se notaba su avanzado estado de embarazo, otros hablan de la longitud y el grosor de su sexo de macho. Andrea Crespo, discreta entre la multitud, es la única que sabe que L. A. Monstruo se ha fugado, muy inteligentemente, tomando el disfraz de cualquiera de nosotros y que suceda lo que suceda, ya encontrarán alguna carne que vaya a parar a esa celda de estudio, que jamás demora demasiado en estar vacía.