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El Telégrafo
*Fernando Falconí Calles

Un médico ejemplar

08 de enero de 2016

La jornada diaria del doctor Sergio Piloña se inicia a las cinco de la mañana. A esa hora se levanta, toma una ducha, desayuna y sale para el hospital Abel Santamaría, que está ubicado en la ciudad de Pinar del Río, a unos 25 kilómetros de la pequeña población de San Juan y Martínez, donde reside. “La primera virtud de un buen profesional tiene que ser la puntualidad”, les dice a sus estudiantes cuando los recibe en la sala de neonatología. Luego de cumplir con la jornada laboral de ocho horas, retorna a su domicilio.

A las 16:30 el doctor Sergio coloca en el portal de su casa la mesita de madera que cumple la doble función de escritorio y de camilla; coloca sobre ella su recetario; abre el libro donde anota los datos de cada paciente y empieza la atención. Los niños y niñas esperan, junto a sus madres, a que les toque su turno. Sergio observa, interroga, ausculta, diagnostica, receta. No hay un solo gesto que denote cansancio, aunque ya lleva más de doce horas de actividad. Son ya dos generaciones que lo esperan para que los atienda. “Es que siempre acierta con lo que tienen los niños”, argumenta Liliam Aguiar, una joven mamá de 24 años que de pequeña se trató con el doctor Piloña y que ahora trae a sus dos hijos cuando están enfermos.

Poco a poco, su fama fue creciendo hasta rebasar los límites del municipio, y el portal de su casa se fue convirtiendo, todas las tardes, de manera espontánea, en una concurrida consulta de pediatría. Según el doctor Tito García, subdirector de asistencia médica del Policlínico de San Juan y Martínez, “el doctor Sergio es un especialista muy capaz y con valores humanos excepcionales que, a pesar de laborar en la capitawl provincial, se siente comprometido con el pueblo donde nació y donde vive. Por eso, en nuestro Policlínico existe la disposición de que cuando llegue un caso remitido por él, hay que cumplir con sus indicaciones. Cuando se nos presenta un parto complicado, lo vamos a buscar”.

A sus 60 años, el doctor Sergio Piloña no concibe su vida de otra manera. “La gente a cada rato me pregunta de dónde saco el tiempo y las energías; pero yo tampoco lo sé. También se extrañan de que haga esto desinteresadamente. Yo sé que hay quienes ven la vida desde otra óptica. Si no los estimulan económicamente, no trabajan; pero esa no es la medicina que aprendí. Yo considero que la salud de la gente es lo primero. Necesidades tengo muchas, como cualquier persona; sin embargo, he logrado lo más importante: que mi familia y sobre todo mis hijos, que estudian la carrera de estomatología, se sientan orgullosos de mí”.

Son las 20:30. La consulta termina. Recoge la mesita, la guarda. En su tiempo libre ha examinado, sin cobrar un solo centavo, a niños y niñas que acudieron a su domicilio. El doctor Sergio se siente feliz porque su esfuerzo ha tenido la mejor recompensa: el cariño de la gente.

De este ‘Hombre Nuevo’ nos hablaba el comandante ‘Che’ Guevara. (O)

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