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El Telégrafo
Roberto Follari (*)

Recetario de la derecha latinoamericana

06 de mayo de 2016

Ahora que Vargas Llosa se reúne con Macri en Buenos Aires, se desnuda cómo la anteojera ideológica puede rayar en la ceguera. El Premio Nobel, gran novelista y opaco pensador, opinó alegremente sobre lo que desconoce, elogiando al nuevo gobierno. Mientras, en Argentina la Univ. Católica -de la que es egresado el presidente de ese país- denuncia 1’400.000 pobres más desde que subió el nuevo gobierno. La inflación previa -que la había y en índices altos- se ha más que duplicado, llegando al 25% en menos de cinco meses. Devaluación abrupta, tarifazos insólitos (hasta el 700% en electricidad, más de 200% en gas), cesantías masivas en el Estado por razones ideológicas mínimamente encubiertas, apertura total de importaciones con la consiguiente merma de la industria y el trabajo nacionales, disminución generalizada del gasto estatal y de la protección social consiguiente. Hay algunas medidas que pretenden ser compensatorias para los más pobres, pero son migajas tiradas al viento desde una locomotora que marcha decididamente en camino contrario.

Lo que pasa en la Argentina es, obviamente, la receta a aplicar en Brasil y Venezuela, si triunfa el golpe blando instalado en ambos países. Y a aplicar también en otros territorios donde hay gobiernos que han favorecido a los sectores populares, si acaso a mediano plazo la derecha proimperial se impusiera a su vez en ellos.

Lo primero es acusar de corrupción al gobierno anterior, con amplia complicidad mediática y judicial. Real o ficticia, la sedicente corrupción cumple la función de tapar las medidas impopulares del nuevo gobierno, las cuales vienen regadas con fuertes indicios de probable corrupción propia, tal cual se muestra en las empresas offshore denunciadas, no solo en el caso de Macri, sino en el de varios miembros de su gabinete. Se trata de hacer ruido permanente sobre corrupción pasada, y mantener elocuente silencio sobre la presente.

La receta continúa con una machacona insistencia en que “tomamos estas medidas, por lo que dejó el gobierno anterior”. Un gobierno que, en 12 años de vigencia, jamás implicó ‘tarifazos’ en los servicios, ajustes sistemáticos del gasto estatal o picos tan altos de inflación. Es decir: el actual gobierno hace casi todo lo contrario del anterior pero, curiosamente, de ello el culpable sería el gobierno anterior. Para ello se teatraliza haber recibido una ‘pesada herencia’ que en verdad no es tal, y que en cualquier caso fue muchísimo más favorable que la que el kirchnerismo recibió con el país incendiado tras el estallido de 2001. Y lo último, es la promesa infantil de que, “después de unos meses, todo mejorará notablemente”. Es decir: echando gente del trabajo, dentro de un tiempo habrá más ocupación. Aumentado tarifas, llegaremos al tiempo en que no sean altas. Achicando el Estado, se llegará a que no se achique. Poniendo la inflación muy por encima de los salarios, se llegará a que el poder adquisitivo se recupere e incremente.

Esta serie de incoherencias flagrantes constituye el repertorio de la derecha latinoamericana posgobiernos nacional/populares. La incoherencia no implica que sus postulados no tengan cierta efectividad momentánea: la ideología tiene fuerte pregnancia por sí misma, y hace a algunos interpretar favorablemente la situación, incluso los síntomas de un desencajado clima social y la desprotección de los más pobres, con un descontento poblacional creciente y denso. (O)

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