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El Telégrafo
Roberto Follari (*)

Movimiento y líder, dos polos mutuamente necesarios

03 de junio de 2016

Voy a dar mi parecer sobre un tema en que algunos colegas han intervenido en estas páginas, dada su importancia para los movimientos populares de la región.

Obviamente, sin pretender más que ofrecer un punto de vista adicional a la discusión, y aportar -en lo posible- algún elemento nuevo al debate. Se trata de la cuestión del liderazgo, la de cuán necesario es para que tales movimientos populares existan y sean eficaces.

Lo primero sería superar el roussenianismo decimonónico de Marx. En la línea de Hegel, para el autor alemán el sujeto humano debiera lograr la plena autonomía en la exclusión de decisiones o figuras externas. Así, cada uno se hace a sí mismo, dentro de un colectivo social en que se incluye; y ese colectivo debe liberarse de toda dirección que le esté por encima. Pero luego el psicoanálisis demostró (sobre todo en la obra de J. Lacan) que dependemos de los otros, nos hacemos desde ellos. Por tanto, la autonomía plena es siempre una ilusión; el sujeto está abierto al afuera, y es
-en cada ocasión y todas- un efecto de ese exterior del que no puede escindirse. Por ello sería un error la idea de que lo emancipatorio sea ‘prescindir de dirección’; más bien sería cuál es la mejor opción en que puedo hacerme/con/otros y desde ellos; otros que -a menudo- no son simétricos respecto de nosotros, tal cual se mostrara originalmente en la relación cuando niños con los padres.

Ya sobre lo político, bien mostró Laclau que el liderazgo personal sintetiza diferencias y situaciones heterogéneas, permite unificar demandas múltiples. En ese sentido, logra hacer un solo movimiento de lo que, sin tal liderazgo, estaría disperso. Y en el mismo sentido, el líder constituye al movimiento; no es que este lo preceda, sino que el kirchnerismo existió solo por Kirchner, el chavismo desde que lo constituyó Chávez, y así siguiendo. Por supuesto, esto se dio por circunstancias previas que hacían a una población expectante y abierta, de modo que el liderazgo fue -a su vez- preconstituido desde la situación social (conflictos del año 2001 en Argentina, ‘Caracazo’ en Venezuela).

Esta relación líder/pueblo ha funcionado bien en el primer momento de estos movimientos populares construidos desde el poder gubernativo, y ha permitido solidificar tales movimientos por un buen tiempo. Pero ahora, avanzado el despliegue histórico, surgen preguntas aún no contestadas: ¿puede un liderazgo personal transmitirse a una organización colectiva? Parece deseable, pero por ahora no se ha demostrado posible, aparecen como dos modalidades muy diversas. Y acaso: ¿Puede un líder transmitir a otro su centralidad y su ‘lugar’? El paso de Chávez a Maduro no resultó del todo fallido, pero está lejos de haber sido exitoso: pareciera que la conducción -que no es comprensible como solo ‘carisma’- no puede transmitirse, ni siquiera por voluntad del líder inicial.

De modo que that is the question: el líder resulta mutuamente constituyente con el movimiento popular, pero por eso mismo los movimientos populares en la región muestran problemas para sobrevivir si no están esos liderazgos (hoy, el silencio de Cristina Kirchner pone en jaque el futuro del kirchnerismo en Argentina). Será la creatividad en lo político y lo teórico -caras ambas de una misma moneda en el desenvolvimiento de lo social- la que nos dé alguna solución a esta especie de aporía en que ahora nos encontramos. (O)

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