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El Telégrafo
Roberto Follari (*)

Ilusorias 'unidades' opositoras

12 de febrero de 2016

Un anhelo del establishment en países en que hay gobiernos populares (Bolivia, Ecuador, Venezuela, Brasil, Uruguay) es establecer la pretendida ‘unidad opositora’. No es que todos pasen a pensar igual, que depongan sus identidades previas o que dispongan de algún programa en común. No. Solo los mueve el rechazo visceral a la pérdida de lo que ellos creen el orden natural de las cosas: los gobiernos de derecha, necesarios para que se restituyan los privilegios sempiternos de los de arriba, y se produzca el retorno al silencio y la invisibilización de los de abajo.

A veces tal forzada unidad se consigue totalmente (caso Venezuela en los últimos años), a veces no; a veces a medias, como sucedió recientemente en Argentina. Allí, desde lejos puede creerse que ganó la oposición unida. Pero en realidad fueron oposiciones varias, donde la izquierda tuvo sus propios candidatos -si bien minoritarios-, y la reunión de la agrupación de Macri (PRO) con la histórica Unión Cívica Radical (UCR, el partido más añejo de aquel país) dejó también fuera al llamado

Frente Renovador (de Massa y De la Sota, peronistas conservadores), el cual sacó un nada desdeñable 18% de votos en la primer vuelta.

O sea: las oposiciones no pudieron juntarse totalmente en la primera vuelta, en la que ganó Scioli, el candidato del entonces gobierno de Cristina Kirchner. En la segunda vuelta -exigida por la legislación argentina cuando la diferencia entre los dos primeros no es grande- los votos de esas agrupaciones que no se habían plegado a la alianza Cambiemos (que incluye a PRO/UCR y partidos menores) se repartieron: unos fueron a Scioli, pero en proporción mayor fueron hacia Macri. Por eso es que finalmente ganó este último.

Lo cierto es que la alianza PRO/UCR, ya en el gobierno, se ha revelado un fiasco. Estamos ante un gobierno del PRO, casi pura y exclusivamente. No solo es que todos los puestos estratégicos del Ejecutivo son del partido del presidente: más importante aún es que La UCR no es parte del espacio decisional. Todo lo deciden directamente en el PRO; a veces consultan protocolarmente a la UCR, a veces no; en otras ocasiones solo avisan a la UCR, a menudo ni siquiera eso. Ni hablar de los demás aliados menores, a quienes se ha otorgado algunas embajadas -la de Argentina en Ecuador es una de ellas- y casi nada más. No cogobiernan ni se los tiene en cuenta.

A partir de este ejemplo es importante saber -para otros países latinoamericanos- qué clase de unidad puede hacerse entre gallos y medianoches solo agitando el fantasma de ser ‘anti’, al unirse nada más que por oportunismo inmediatista, sin requisitos ni protocolos efectivos de acuerdo estratégico. Eso no sirve a la hora de ser gobierno. En el caso argentino, la asimetría en la alianza Cambiemos es obvia e indisimulable. La UCR puso su estructura nacional -que no posee el PRO- a cambio de hacerse cargo de decisiones de un gobierno sobre las cuales no tiene ningún control. Y cuyo costo político tendrá que pagar, como si efectivamente gobernara. (O)

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