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El Telégrafo
Roberto Follari (*)

El macrismo de Obama

25 de marzo de 2016

Obama fue a elogiar a Macri a Buenos Aires. Tras su paso por Cuba, el presidente de EE.UU. dejó claro que el gobierno derechista de Argentina es el modelo que tiene Washington para el resto de América Latina. En medio de las mieles de una almibarada serie de elogios mutuos en conferencia de prensa conjunta, trascendió que EE.UU. pretende un acuerdo de libre comercio con Argentina. Es decir, la reapertura de la total dependencia del país del Sur hacia la potencia del Norte, ya comenzada a través de lamentable pacto sellado para pagar a los ‘fondos buitre’; el cual ha de conseguir votos en el Congreso por una obvia presión del Gobierno Nacional sobre los legisladores a través de los gobernadores de provincia, que difícilmente contarán con recibo de fondos si es que no apoyan la propuesta macrista.

Ha sido de lamentar la fecha elegida por Obama: 24 de marzo, aniversario del funesto golpe de Estado perpetrado en 1976. Es, incluso, el aniversario número 40, y que sea una década ‘redonda’ lo que se cumple, hace más denso el significado de la fecha. Ya se sabe a nivel mundial lo que fuera el terrorismo de Estado en la Argentina de esos años. Ante la coincidencia en día tan emblemático, no se les ha ocurrido mejor idea a Macri y Obama que visitar el Parque de la Memoria, instalado en conmemoración de los desaparecidos y asesinados en aquella época.

No sabemos si es bien intencionada o no la visita al parque, pero sí que es poco admisible. Ha sido repudiada por no pocos sobrevivientes de la persecución de esos años, y por algunas agrupaciones defensoras de derechos humanos. Macri jamás tuvo nada que ver con la defensa de las víctimas de la dictadura, con su memoria o con buscar justicia para ellos; incluso aventuró que es ‘un curro’ (un negocio) esa defensa. Obama es presidente del país que formó a torturadores y represores, que enseñó las técnicas de la ‘guerra sucia’; aunque él personalmente no haya compartido esos métodos -si bien son bastante brutales algunas metodologías seguidas hoy en Afganistán o la zona de Irak y Siria-, es el presidente de ese país, y le corresponde asumirlo.

Hasta el momento, Obama no ha pedido perdón por el papel de su país en aquella matanza. Pero aun si lo pidiera, lo cual sería un aporte a la pacificación de la conciencia pública, el mal que se hizo en su momento es irreparable, con heridas que no pueden cicatrizar. Los padres sin hijos e hijos sin padres, los recuerdos atesorados en viejas fotos en blanco y negro, en cuadernos de escuela guardados por familiares, en ropas añejas que ya no tienen dueño, atestiguan aquel dolor de ausencias provocado por una oquedad sin retorno en torno de los secuestrados/desaparecidos.

Nadie es necio: Obama es un presidente elegido democráticamente, y buenas relaciones diplomáticas con el país del Norte no en todo aspecto implican consecuencias negativas. Pero habrá alerta en lo económico, y sobre todo repudio a que un presidente venga un 24 de marzo, haciendo el grosero error de decir que “va a visitar la tumba de las víctimas”, justamente cuando el grueso de tales víctimas jamás ha tenido siquiera un lugar reconocible y una tumba. (O)

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